El ucraniano Andrei Chikatilo era un tipo adorado en su barrio. Un buen vecino, siempre dispuesto a ayudar, dulce y devoto a su gata "Dasha", cuenta su casera. Lo más curioso de su persona era que siempre iba con una gran bolsa colgada del brazo, la cual estaba llena de huesos humanos. Cuando lo detuvieron, en su casa encontraron botellas rellenas de sangre, una jarra de cristal llena de orejas secas y un depósito de aluminio con restos humanos marinados y listos para comer. Era lo que quedaba de su última víctima.