viernes, 15 de septiembre de 2017

CITA: Oliver Sacks se despide, agradecido.


En los últimos días, he sido capaz de ver mi vida desde una gran altitud, como una especie de paisaje, y con un profundo sentido de la conexión de todas sus partes. Pero esto no significa que haya acabado con la vida.

Por el contrario, me siento intensamente vivo, y quiero y espero que, en el tiempo que queda, pueda profundizar mis amistades, para decir adiós a los que amo. Escribir más, viajar si tengo la fuerza, alcanzar nuevos niveles de comprensión y perspicacia.

(...)No hay tiempo para nada inesencial. Debo concentrarme en mí, mi trabajo y mis amigos. Dejaré de mirar "NewsHour" todas las noches. Dejaré de prestar atención a la política o las discusiones sobre el calentamiento global. No es indiferencia pero sí desprendimiento -todavía me preocupo profundamente por el Oriente Medio, sobre el calentamiento global, sobre el crecimiento de la desigualdad-, pero esos ya no son mis asuntos; pertenecen al futuro. Me alegro cuando me encuentro con jóvenes superdotados -incluso el que con una biopsia diagnosticó mis metástasis. Siento que el futuro está en buenas manos.


He sido cada vez más consciente, durante los últimos 10 años más o menos, de las muertes de mis contemporáneos. Mi generación se está marchando, y en cada muerte he sentido como un desprendimiento de placenta, un arrancamiento de una parte de mí mismo. No habrá nadie como nosotros cuando nos hayamos ido, pero tampoco no habrá nadie como cualquier otra persona, nunca. Cuando las personas mueren, no pueden ser reemplazados. Dejan agujeros que no se pueden llenar, porque es el destino de todo ser humano ser un individuo único, para encontrar su propio camino, vivir su propia vida y morir su propia muerte.

No puedo fingir que no tenga miedo, pero mi sentimiento predominante es de gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído y viajado y pensado y escrito. He tenido una relación sexual con el mundo, el coito especial de escritores y lectores.

Por encima de todo, he sido un ser sensible, un animal de pensar, en este hermoso planeta, lo que, en sí, ha sido una aventura y un enorme privilegio.

viernes, 1 de septiembre de 2017

29#. ¿Ser o Estar agradecido? No es el acto, es la actitud.

Cuando un atleta, un científico o un artista es premiado con un justo galardón (medalla, estatuilla o premio) sabe que tal reconocimiento es fruto de su dedicación y esfuerzo. Entonces, ¿por qué, en tantas ocasiones, extiende su gratitud a padres, amigos, compañeros de equipo, entrenador , director, etc.? 



La gratitud es un reconocimiento por un beneficio (don o favor) recibido. Tiene las ventajas de promover nuestro bienestar subjetivo y nuestra satisfacción vital. Normalmente solemos ver la expresión del mismo, el acto de agradecer. Pero a la base de ese acto hay, o debe haber, un sentimiento que lo legitime: el sentimiento de gratitud. 

El rango de ese sentimiento puede abarcar un amplio espectro. Desde el simple "dar las gracias", (que podría reducirse a una mera norma de educación o cortesía), en donde estaríamos hablando de un acto puntual, a alcanzar niveles más profundos o trascendentales, como experimentar un sentimiento genuino de gratitud general. Este sería la actitud. 

Estar agradecido denota un estado emocional específico, concreto, que puede ser perfectamente pasajero. Encajaría con la definición estandar, un sentimiento de estima por un favor recibido al que se desea corresponder. No obstante, puedo estar agradecido a alguien o algo y sin embargo mantener una actitud egoísta en la vida. En el momento en que realizo la acción de estar agradecido, ya he compensado. Se puede cerrar el círculo y finalizar mi compromiso con esa persona.

Ser agradecido implica tener la predisposición, la actitud de agradecer. Su naturaleza es desinteresada, y no tiene porqué mostrarse correspondiendo a ningún benefactor en particular. La persona que es agradecida es capaz sentir gratitud sin que ocurra ningún hecho extraordinario. Sencillamente, agradece la cotidianidad

 

Para alcanzar tal actitud de gratitud plena se deben cubrir unas etapas consecutivas. Sencillas, pero imprescindibles: reconocer, apreciar y corresponder. 

Agradecer es, en primer lugar, un acto de reconocimiento. Me parece obvio que no podemos ser agradecidos si no valoramos lo que nos sucede. La gratitud incondicional o profunda, como actitud vital, se alcanza por comprensión. Se disfruta de ese sentimiento cuando uno es capaz de tener conciencia de la vida y el mundo en que vivimos. Esa toma de conciencia nos permite apreciar la suerte de estar vivos, la fastuosa puesta en escena que se despliega cada día que amanece, la facilidad con que se puede perder todo, la fortuna de disfrutar de todo aquello de que disponemos, etc. Tras esto, surge el impulso de ponerme a disposición, de devolver, de corresponder...

La persona que es agradecida debe haber superado el egoísmo infantil (e inmaduro), por el cual entendemos que se nos debe todo. Es bien fácil mantenernos en ese egocentrismo primigenio. De hecho, el paradigma consumista en que se desarrollan la sociedad en que vivimos tiende a promover y aumentar actitudes egoístas. Pero el individualismo nos aleja de nuestra naturaleza social, de la gratificación que nos provee el contacto con los otros. De ayudar a otros de manera desinteresada. De compartir con otros, como reacción natural

Es posible que haga falta tiempo para alcanzar esta disposición del ánimo. Quizá sea necesaria la madurez y lucidez que aporta el periplo vital de cada persona. Pero, que quieren que les diga... desde el momento en que somos conscientes de nuestra finitud, nuestras limitaciones y temporalidad, así como de que siempre fuimos, hemos sido y seremos ayudados por alguien, y que siempre necesitaremos de los demás para ser plenos, entonces, ese sentimiento de gratitud hacia la vida se promueve de manera casi automática.



Aunque ya les dediqué un post, no puedo resistirme a recordar a los Monty Python. Reconozco que aquellas ultimas estrofas de La vida de Brian se me quedaron grabadas en la mente como si hubiera presenciado una revelación. Pero el silogismo es tan sencillo como incontestable. 

Nacimos sin nada.
Nos iremos sin nada.  
Así que... ¿qué hemos perdido?
Nada.

Todo lo que hemos experimentado, experimentamos y experimentaremos ha sido provechoso o beneficioso. Un regalo. Todo nos ha sido concedido. ¿Creen que existe algo más gratificante?