lunes, 30 de junio de 2025

98#. El SLS no es una enfermedad psiquiátrica; es una enfermedad social


Uno de los últimos síndromes en emerger dentro del ámbito social, y de la salud, en particular, es el denominado SLS. Un diagnóstico que no encontrarán en el DSM (que sería el manual psicológico de trastornos mentales) ni en la CIE (su homólog en psiquiatría), y podrían pensar que por su novedad, pero no es así. No existe técnicamente por que en realidad es algo más que un trastorno.

En realidad, es una conscuencia que arranca desde el advenimeinto de la industrialización. Los profesionales que trabajamos en el área ya lo conocíamos desde hace tiempo, y la denominación que usábamos es exactamente la misma que en ingles: El síndrome de llevar una vida de mierda (Shit-Life Syndrome).




Encontramos las consultas del area de salud y la intervención social atestadas de pacientes con malestares psicológicos, que en su inmensa mayoría son etiquetados como síndrome ansioso-depresivo, el clásico cajón de sastre del que no es posible extraer mucha información ni explicación sobre su causa. Es la ansiedad, es la depresión, es el insomnio, etc. que en no pocas ocasiones son puerta de entrada a conductas adictivas, trastornos de la conducta alimentaria (las antiguas bulimia y anorexia), trastornos traumático del desarrollo, etc.

Estamos hablando de personas cuyas vidas son tan duras, tan marcadas por el desempleo, por la precariedad, por la violencia, por estigmatización, que estos trastornos son lo mínimo que pueden presentar. Pero estos trastornos no son el problema; solo son los indicadores de un sufrimiento mucho más profundo.

Y sin embargo, lo normal es que se reduzca a una etiqueta psiquiátrica. Se les asigne un epigrafe médico que permite prescribir la medicación correspondiente, y hasta la siguiente cita, que en algunas ocasiones nunca llega por el mero hastío del individuo. El sistema resuelve la papeleta con una receta médica, pero eso no es solucionar el problema: es eludirlo.




No se resuelve por que no estamos hablando de un problema individual sino social. No es una enfermedad psiquiátrica; es una enfermedad social. No necesitan antidepresivos; necesitan una vida mejor.

Unas condiciones de vida adversas, como la pobreza crónica, desempleo, violencia doméstica, abuso infantil, discriminación, aislamiento social,… sostenidas a lo largo del tiempo generan déficits serios, psíquicos y físicos. Si la administración solo responde con parches, con soluciones limitadas y puntuales, ese estado se cronifica. Aparece entonces la desesperanza, auqella indefensión aprendida que ya acuñó Seligman: la percepción de que ningún esfuerzo que haga servirá para cambiar el estado de cosas y que el futuro será una lamentable repetición del presente. No debería extrañarnos, en estas circunstancias, que los individuos traten de escapar de esa demoledora realidad, anéstesiándose, derpimiéndose, evitando pensar en el presente y en el futuro, desconfiando del sistema, y por extensión de los demás. Llegando finalmente a la conclusión de que resignarse duele menos que esperar una vida mejor.

El principal riesgo es que se defina este sindrome como una patología individual, en vez de lo que realmente es, un sufrimiento estructural, que por tanto, solo abordándolo contextualmente podrá paliarse (por que hablar de resolverlo sería de un optimismo pueril). Si no se integran políticas sociales, económicas, terapeúticas,... nada cambiará.




E insisto en este punto, por que se denomine de forma vulgar (shit-life syndrom) o se la etiquete con un eufemismo (población en riesgo social o similares), lo importante es que llegue a nuestras conciencias, y que llegue como lo que es un problema social, no individual. para ello hay que empezar por nombrar lo innombrable, definirlo para poder diseñar posibles soluciones.

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