miércoles, 1 de junio de 2016

#17. Éxito no es necesariamente sinónimo de felicidad

Desde pequeños nos amoldamos al entorno en que nos criamos y educamos. Nuestra providencial capacidad de adaptación nos lo permite. De manera vamos adquiriendo las claves por las que se rige la comunidad o sociedad en que finalmente nos hacemos adultos. Como bien dice José Luís Sampedro en el post anterior de este blog, el poder directriz de esta sociedad va inculcándonos valores y creencias sobre lo que está bien y lo que está mal, sobre lo deseable y lo despreciable, sobre lo que entiende por tener éxito y por fracasar... 
 



En una sociedad consumista con un sistema económico capitalista, los ciudadanos, confiados en la bondad del sistema (ingenuamente, quizá) hemos asimilado las reglas de juego, y vamos creciendo mientas despiojamos las posibilidades que se nos ofrecen. En cierta medida, es lógico, casi normal, que una persona pueda creer que tener éxito es alcanzar un estatus socio-económico alto, y/o adquirir cuantas más posesiones mejor, y/o destacar de alguna forma sobre los demás (aunque sea obteniendo el récord guinness por el eructo más ruidoso del mundo o el de aguantar la patada más fuerte en los testículos), entre otros. Por activa o pasiva, explicita o tácitamente, es lo que se nos enseña.



Es posible que la persona, tras dar rienda suelta a sus aspiraciones, trabajar duro, y probablemente haber conseguido parcial o totalmente sus objetivos, se plantee cuestiones que no le inquietaron antes. Es posible que en ese momento se de cuenta de que "sí, pero..."



          Sí, soy consultor jefe de mi empresa, pero...

Sí, tengo una familia envidiable, pero...

Si, adquirí el apartamento en la playa y ayer me compré mi tercer coche, pero...



Cuando a alguien le ocurre esto, lo que suele suceder es echa en falta algo, algo relevante, algo sustancial que igual no puede definir... Es probable que se haya afanado por lograr objetivos que adquirió en su entorno social, pero que, en realidad, no eligió él/ella... aunque es posible que ni se diera cuenta de cómo sucedió. 
 



Ser o tener.



Les hablaba en el post #16. Inteligencia no es sinónimo de sabiduría que la inteligencia sirve para hallar la manera más eficiente de alcanzar una meta, pero la sabiduría es la que decide si esa meta es válida, o sea, si es adecuada, si nos conviene. El éxito parece ser la prolongación natural de la inteligencia pura y calculadora. Pero la extensión lógica de la sabiduría me parece algo más parecido a la felicidad, entendida como el arte de vivir. En este sentido estoy de acuerdo intuitivamente, aunque no pueda fundamentar esta postura, con la afirmación que dice: "El éxito es una ciencia. La felicidad, un arte".



Retomo ahora la pregunta que nos hacía Sampedro: ¿Para qué estamos aquí?



   ...para sufrir (no se lo tomen a coña, que hay más de una    
      generación que se crió con esta creencia, dentro de la más pura  
      tradición judeocristiana),

   ...para disfrutar (hedonismo puro)

   ...para conseguir metas (éxito),

   ...para logra un buena vida (felicidad),

   ...para fastidiar a mi vecino (envidia + dudosa autoestima), ...

   ...para ser más que mi cuñao (envidia + dudosa autoestima +  
      malas relaciones familiares).



Supongo que habrá más posibles alternativas, pero si nos ceñimos al binomio que nos trae a colación, según sea su respuesta, le interesará más invertir esfuerzo en lograr el éxito o en tratar de ser felices.



Reparen en una primera diferencia, sutil pero significativa, entre ambos conceptos que nos ofrece el lenguaje. El éxito se "tiene". Feliz, es "es". Tener y ser. Verbos distintos, pero que en muchas ocasiones se solapan... o se confunden.




Éxito y felicidad.



Por que éxito y felicidad no son necesariamente sinónimos. Pueden serlo, que duda cabe, pero no es la norma. Y ambos conceptos no solo no tienen porqué ir cogidos de la mano, sino que incluso pueden ser excluyentes.



Si al pobre diablo alcohólico y politoxicómano que vemos por el parque o la plaza a diario, un buen día encontrara un billete de lotería y fuera el número agraciaddo con, pongamos 100 millones de euros ¿Dirían ustedes que ahora es un hombre con éxito? ¿Feliz, ahora que dispone de sus millones?



De la misma forma, esa familia perfecta, tan perfecta que da cosica de verlos. Tan estupendo él, tan encantadora ella, tan adorables sus hijos... ¿Están seguros de que, puertas adentro de su hogar, son tan perfectos? ¿Seguro que es real el éxito que nos venden? ¿Seguro que son felices? Valoren el sesgo que tenemos los seres humanos a pensar que los demás, siempre, son más felices que nosotros.



Ahondando un poco más, todos sabemos que hay éxitos que, a posteriori, desearíamos no haberlos tenido (que se lo digan a Macaulin Culkin o a Whitney Houston). Victoria pírrica es un concepto que proviene del rey Pirro (de Epiro), quien venció a los romanos en una batalla que le costó la vida a miles de sus hombres. Hay éxitos cuya factura es tan alta que cabe dudar si merecieron la pena. Y de la misma manera, en ocasiones, sufrimos fracasos tan estrepitosos que nos enseñaron bastante más que muchos éxitos.
 



En la otra cara de la moneda, nos encontramos con ejemplos de personas que no buscan, ni desean, ni necestian el éxito. Paradigmático es el caso de Diógenes, quien decía no necesitar nada para ser feliz, salvo cubrir sus necesidades básicas. Propugnaba desprenderse de todas las cosas materiales y vivir guiados por la razón y la virtud. La leyenda dice que Alejandro Magno se interesó por conocerle, y que al encontrarlo tumbado y desnudo le ofreció cualquier cosa que pidiera, fueran riquezas o monumentos. El viejo solo le pidió que se apartara y no le quitara el sol.



No aparentaba ser una persona de mucho éxito, el amigo Diógenes, sin embargo, él decía ser feliz. Para aquel filósofo, el éxito era completamente despreciable. Sin embargo, si que parecía estar versado en el arte de vivir.



Diferencia entre éxito y felicidad.



La diferencia crítica que encuentro entre el los conceptos en cuestión, es que el éxito consiste en lograr metas... pero metas ajenas a nosotros (que han dictado otros, sean estos nuestros padres, amistades, pareja, sociedad,...). La felicidad tiene más que ver con alcanzar las metas que nosotros hemos considerado importantes en la vida. Si ambos objetivos (los del éxito y los de la felicidad) coinciden en su caso, le felicito sinceramente. Es usted una persona afortunada... o inteligente (emocionalmente)... o sabia.




Si no es así, recordarle lo que Brownie Ware, enfermera australiana, escribió al respecto. Tras dedicar parte de su vida a cuidar enfermos terminales, encontró que, en el momento de la muerte, las personas se arrepentían, en muchos casos, de las mismas cuestiones. Ante la pregunta de ¿qué harían si tuvieran una segunda oportunidad de vivir? (no me digan que no les pone el vello de punta esa pregunta hecha cuando uno se está muriendo) encontró cinco categorías.



Antes de continuar... ¿Han pensado que responderían ustedes a esa pregunta?



Bueno, dejénlo para después. 
Según Brownie, ninguno deseaba nada que tuviera que ver con bienes o riquezas o posesiones o éxito. Todos los moribundos hablaban de aumentar el tiempo compartido con sus seres queridos, expresar mejor sus sentimientos, y haber hecho lo que ellos (no los demás) creían que tenían que hacer.



En fin... Solo por si les sirve.


2 comentarios:

  1. Muchos aun siguen creyendo en que lo material es mejor... pero deben de darse cuenta que no¡¡

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    1. Como todo en la vida, Johana, es cuestión de perspectiva.

      Igual tienen que darse las condiciones necesarias para llegar a conclusiones sensatas en la vida. Puede que es trate solo de tiempo, probablemente de madurez... casi seguro que de tener la sufieciente experiencia (o sabiduría) como para descubrir que es lo realmente valioso.

      Un saludo

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