La creencia de que la educación lo es todo no solo es solo una frase hecha. Es una realidad palpable, un hecho contrastable, además, a lo largo de historia de la humanidad.
Obviamente, cuando hablo de Educación no me refiero a la mera adquisición de conocimientos o datos, puesto también incluye el descubrimiento y desarrollo de habilidades y destrezas personales. Pero por encima de estas, la relevancia suprema de la educación radica en las actitudes que promueve mientras se llevan a cabo tales aprendizajes. Me refiero a que siembra y cultiva los valores universales que nos hacen seres humanos.
Más sustancial que datos o destrezas, es la transmisión (tan sutil como consustancial) de actitudes éticas hacia la vida; de esas predisposiciones que finalmente son las que nos humanizan, como el respeto, la tolerancia, la templanza, la responsabilidad, la solidaridad,...
La educación es el proceso que nos convierte en ciudadanos conscientes y seres morales, capaces de aportar al bien común y de adaptables a las circunstancias cambiantes de la vida de la forma más sensata.
Es innecesario abundar más en el concepto, puesto que su relevancia cae por su propio peso: La educación no es un pilar sustancial de una sociedad. Es EL pilar esencial de una cultura.
Nos engañaríamos si restringimos su significado a los aprendizajes obtenidos en la formación reglada, puesto que el papel protagonista lo juegan los aprendizajes que se adquieren en la familia, en el entorno en donde se cría el individuo. De lo que no estoy tan seguro es de que todo el mundo sea consciente de un punto crítico: todos los demás estímulos o interacciones que llegan al sujeto también lo educan.
De igual manera que no se puede no-comunicar, tampoco se puede no-educar. Educa la escuela y educa la familia; educan los libros y educan los amigos; pero también educa internet. Educan las películas que ven los críos. Educan los videojuegos a los que dedican su tiempo libre. Educan las redes sociales a las que también le echan sus horas.
Y el problema no reside en que pueda entenderse como una pérdida de tiempo (ojalá solo fuera eso), sino en que esos videojuegos, redes sociales, y artefactos diversos que puedan llegar a través de internet, se diseñaron para conseguir captar la atención del usuario. Exclusivamente para esto, por lo que dudo que ningún desarrollador reparara en las actitudes que se transmiten con estos aprendizajes.
La educación es al alma humana lo que la escultura a un bloque de mármol. Juegos competitivos, y/o violentos, y/o hiperestimulantes, y/o absorbentes promueven en sus consumidores idénticas actitudes ante la vida. Y sin embargo, nadie parece darle importancia al hecho de que aunque un crío le dedique la mañana a la educación reglada, igualmente se la dedica a actividades virtuales (sea televisión, internet, videojuegos, redes sociales, etc.), y los contravalores que estas promueven ganan a los valores antes mencionados.
De manera que no podemos quejarnos de que la juventud sea mal hablada, o egoísta, o individualista, o cruel,... por que esas actitudes son las que se les están enseñando, y ellos adquiriendo, en el entorno virtual. Y cuanto más tiempo y atención le dediquen, más enraizarán esas disposiciones.
Nuestra principal preocupación debería ser que las pantallas se están convirtiendo en la principal fuente de influencia y socialización, por cantidad de tiempo, de los menores de edad. Y no creo que seamos conscientes del daño que va a suponer el uso sin control de internet (y su falta absoluta de criterio ético) en las mentes de nuestros menores.
Los niveles déficits de atención así como la impulsividad no dejan de aumentar, y el uso de pantallas se asocia con un lenguaje más pobre. La empatía no se puede desarrollar sin el trato presencial con nuestros semejantes de la misma manera que la habilidad para la resolución de problemas. Las incidencias en el ámbito de la salud mental no dejan de crecer (no solo la predisposición a conductas adictivas, sino síntomas de ansiedad, depresión y baja autoestima). Por no hablar de las actitudes o contravalores mencionados: intolerancia, egocentrismo, aislamiento, polarización,...
No era mi intención quejarme tanto, pero al parecer, este aprender a ser humano cada vez se asemeja más a la lucha de David contra Goliat. Y me temo que no puedo ser optimista respecto a cómo vamos a vencer al gigante digital.



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