domingo, 12 de enero de 2014

Cita: Magnolia



En el New York Herald del 26 de Noviembre del año 1911, hay una noticia del ahorcamiento de tres hombres, murieron por el asesinato de Sir Edmund William Godfrey, esposo, padre, farmacéutico y todo un caballero residente en Greenberry Hill (Londres). Fue asesinado por 3 vagabundos cuyo móvil fue simple robo. Fueron Identificados Como Joseph Green, Stanley Berry y Daniel Hill.



Green,  Berry,  Hill.



Me gustaría pensar que fue solo una cuestión de azar.

 



Tal y como informa el Reno Gazette en Junio de 1983, hay una historia de un incendio, el agua necesaria para apagar el fuego y de un buzo llamado Delmer Darion. Era empleado del hotel y casino Nugget en Reno (Nevada) dónde trabajaba como croupier. Muy apreciado y considerado como un hombre dinámico, alegre y deportivo. La verdadera pasión de Delmer era el lago. Según el acta del forense, Delmer murió de un ataque al corazón, pero lo más curioso es la nota aparte del suicidio, al día siguiente, de Craig Hansen, un voluntario para combatir el incendio, padre de cuatro hijos abandonados y con cierta tendencia a la bebida.



El Sr. Hansen fue el piloto del avión que por accidente sacó a Delmer Darion del agua. Además, la atormentada vida del Sr. Hansen se había cruzado con la de Delmer Darion tan solo dos noches antes.



(Escena con Delmer repartiendo cartas en el casino y Craig Hansen jugando)

-Solo necesito un dos.

-Solo necesita un dos.

-Eso es todo lo que necesito.

-Muy bien llego el momento de la verdad.

-¡Eso es un ocho!

 
Ante el peso de la culpabilidad y la magnitud de tamaña coincidencia Craig Hansen se quitó la vida.



Y yo intento pensar que fue solo una cuestión de azar.





La anécdota que conto en 1961 durante una entrega de premios de la Asociación Americana de Ciencias Forenses, el Dr. John Harper, presidente de la asociación, empezó con un simple intento de suicidio. Sydney Barringer, de 17 años, en la ciudad de Los Angeles, el 23 de Marzo, de 1958.


El forense dictaminó que el suicidio sin éxito se había convertido de repente en un homicidio con éxito. Me explico. El suicido quedo confirmado con una nota hallada en el bolsillo derecho de Sydney Barringer. Al mismo tiempo que el joven Sydney estaba en la cornisa de aquel edificio de nueve pisos, una discusión subía de tono tres más abajo.


Los vecinos escucharon, como ya era habitual, la discusión de los inquilinos y no era nada extraño que se amenazasen con una escopeta o con una de las muchas pistolas que guardaban en la casa.

 
(Escena pareja “madura” discutiendo. Ella amenaza con una escopeta cargada a su marido, situado delante de la ventana)



Y cuando la escopeta se disparó por accidente...


- ¡Atrévete!

- ¡Cállate! ¡Eres un cerdo!



... Sydney pasaba por allí.


- ¿Qué?

- ¡Calla de una puta vez!

 
Además, los dos inquilinos resultaron ser Fay y Arthur Barringer. La madre de Sydney. Y el padre de Sydney.

 
Al ser acusada de los cargos, después de que la policía le diera muchas vueltas a la situación, Fay Barringer juró que no sabía que el arma estaba cargada.



(Padres interrogados por la policía)

- No lo sabía.

- Siempre me amenaza con un arma, pero no las tengo cargadas.

- ¿Y usted no cargó el arma?

- ¿Por qué iba a cargarla?  

 
Un niño que vivía en el edificio, visitante ocasional y amigo de Sydney Barringer, dijo que había visto seis días antes como cargaba la escopeta.


Al parecer las discusiones y peleas y tanta violencia era demasiado para Sydney Barringer y conociendo la tendencia de sus padres a pelearse decidió hacer algo.



- Dijo que quería que se mataran entre sí, que lo único que deseaban hacer era matarse. Que él los ayudaría si eso era lo que querían.
Sydney Barringer salta de la azotea del noveno piso. Sus padres discuten tres pisos más abajo. El disparo por accidente de su madre alcanza a Sidney en el estómago cuando pasa (cae) por la ventana del sexto piso. Muere al instante pero sigue cayendo, para dar tres pisos más abajo con una red de seguridad instalada tres días antes, para un grupo de limpiaventanas, que hubiera amortiguado su caída, y le hubiera salvado la vida de no ser por el agujero que tenía en el estómago.


De modo que Fay Barringer fue acusada del asesinato de su hijo y Sydney Barringer fue declarado cómplice de su propia muerte.




Y en la humilde opinión de este narrador, eso no es algo que simplemente pasó.



Esto no puede ser una de esas cosas.



Esto, por favor, no puede ser eso.



Y por lo que a mí respecta, no puede ser.



Esto no fue solo una cuestión de azar.



No.



Estas cosas extrañas suceden a todas horas.

                                                                                              "Magnolia" (1999) . Paul Thomas Anderson

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