viernes, 27 de junio de 2014

Cita: Imagina tu ser...



Imagina tu ser como un lago muy profundo pero de escasa superficie.

La superficie es la consciencia. Allí hay claridad, allí tiene lugar eso que llamamos pensar. Pero la parte del lago que constituye la superficie es infinitamente pequeña. Puede que sea la parte más bella e interesante, pues al contacto con la luz y el aire se remueve, se transforma y se enriquece el agua. Pero las partes que están en la superficie cambian constantemente. El agua asciende del fondo, desciende de la superficie, siempre hay corrientes, reajustes, desplazamientos y cada parte del agua quiere llegar alguna vez arriba.

Al igual que el lago se compone de agua, nuestro yo o nuestra alma (no importa la palabra) se compone de miles y millones de partes, de un tesoro de posesiones, de recuerdos, de impresiones, siempre creciente y cambiante.

De todo ello nuestra consciencia sólo ve la pequeña superficie. El alma, no ve la parte infinitamente más grande de su contenido. 


Pues bien, aquellas almas en las que constantemente existe una corriente fresca y un intercambio entre el gran espacio oscuro y el pequeño campo del luz me parecen ricas, sanas y capaces de conseguir la felicidad. 


La mayoría de las personas albergan miles y miles de cosas que jamás ascienden a la superficie, que se pudren dentro y atormentan. Por eso, porque están podridas atormentan, chocan una y otra vez con el rechazo de la conciencia; están bajo sospecha y se las teme.

Este es el sentido de toda moral: ¡lo que se reconoce como perjudicial no debe salir a la superficie! Pero nada es perjudicial, ni nada útil, todo es bueno o todo es indiferente.

Cada individuo lleva cosas en sí que le pertenecen, que son buenas para él y que le son propias, pero que no deben acceder a la superficie. Si subieran, dice la moral, sería una desgracia.

¡Pero quizá fuera una suerte! Por eso tienen que subir a la superficie, y el hombre que se somete a una moral se empobrece"

“Lecturas para minutos”
Hermann Hesse
 
 

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