Si
hablamos de bienestar personal, plenitud o sencillamente felicidad,
un factor al que no se le presta la atención que merece son las
gratificaciones. Las actividades gratificantes, los logros, son una
herramienta de primer orden en la construcción de nuestro bienestar.
Las actividades placenteras también forman parte, y de hecho, son
muy pareccidas. Tanto que es frecuente confundir unas con otras, pero
no son lo mismo. Ni por supuesto, las consecuencias que tienen en
nosotros unas y otras.
Según
Martin Seligman, las cualidades o rasgos de las actividades
placenteras se pueden definir. Actos cotidianos como ver la TV, comer
chocolate, recibir un masaje,… se pueden etiquetar como placeres.
Los
placeres
Se
caracterizar por ser actividades
efímeras.
No necesariamente breves, pero sí que están sometidas al desgaste.
Sea por que finalizan de por sí, sea porque nos habituamos
fácilmente a ellas, dado que están sometidas a la ley de la
saciedad biológica (dicho coloquialmente, que llega un momento en
que nos hartan), la cuestión es que , que son finitas en el tiempo.
Así, tomar un helado para mí es un placer, pero cuando me ofrezcan
el vigesimosexto cucurucho, por mucho que lo haya deseado, por muchos
años que haya estado sin saborearlo, por mucho que sea mi sabor
favorito, lo más probable es que me sobrevenga una arcada o nausea.
Los placeres suelen ser más sensoriales o emocionales que cognitivos o espirituales. Esto implica que no están constituidos por procesos de pensamiento ni se basan en un trabajo mental. ¡Vamos, que no nos complican la vida! Son deseables y fáciles. De aquí se deriva que sean actividades a las que nos podemos habituar fácilmente. Que podemos aficionarnos a ellos rápidamente, y según el caso, incluso convertirnos en adictos.
Por el contrario, las gratificaciones, los logros, entre cuyos ejemplos más simples podríamos poner bailar, leer un libro, mantener una conversación, practicar un deporte, etc… son distintas.
Los placeres suelen ser más sensoriales o emocionales que cognitivos o espirituales. Esto implica que no están constituidos por procesos de pensamiento ni se basan en un trabajo mental. ¡Vamos, que no nos complican la vida! Son deseables y fáciles. De aquí se deriva que sean actividades a las que nos podemos habituar fácilmente. Que podemos aficionarnos a ellos rápidamente, y según el caso, incluso convertirnos en adictos.
Por el contrario, las gratificaciones, los logros, entre cuyos ejemplos más simples podríamos poner bailar, leer un libro, mantener una conversación, practicar un deporte, etc… son distintas.
Las actividades gratificantes
Un logro, una actividad gratificante, es lo que los expertos en Psicología Positiva llaman fortaleza personal, y que clásicamente se la conocía con el término de virtud.
La actividad gratificante suele ser más duradera que la placentera. Profundizando un poco más, podemos decir al respecto que, algo gratificante es una tarea que constituye un esfuerzo, ya sea físico, psicológico o social. Esto explica el hecho de que no se conviertan fácilmente en hábito. O sea, que no apetecen por sí solas, sino que hay que poner cierto empeño en realizarlas. Además, requiere de la puesta en práctica de una habilidad (o varias). Presupone pues un ejercicio de atención y concentración, dirigida a un objetivo claro. Para ello disponemos de la sensación de control, e interpretamos esa tarea como un reto, un desafío, de manera que promueve que nos impliquemos profundamente en ello. Y, héteme aquí el factor decisivo, en mi opinión: nos enseñan, podemos aprender (si queremos aprender, lógicamente) de ellas. Aportan un crecimiento personal, o sea, potencian nuestros recursos personales.
Según la profundidad con que nos sumerjamos en tal acción, podemos tener la sensación de que nuestro yo se desvanece. En los casos más paradigmáticos, la persona llega un punto en que tiene la percepción de que “el tiempo se detiene”. Pierde contacto con su entorno y se centra con todo su ser en esa tarea, en la que, paradójicamente, no tiene la sensación de estar esforzándose. Y es así por que percibe que todo fluye. El famoso flow de los raperos y artistas, es lo que el investigador Csikszentmihalyi (pronúnciese Sitsenmijali) descubrió hace unas décadas y denomino “fluir”.
Estas
cualidades hacen de las actividades gratificantes una de las vacunas
naturales más útiles para nuestra higiene mental, para ahuyentar
los fantasmas de la depresión y estados análogos. Y no solo eso, es
más, mucho más. Nos provee de un factor que puede hacer que nuestra
vida tenga un sentido.
Créanme. No se arrepentirán. Una vez lo prueben, no podrán entender cómo pudieron vivir antes sin ello. Lo necesitan en su vida. Esta es una oferta que usted no puede rechazar. Y solo por 0 euros. No espere más. Haga ya su pedido de compra telefoneando al número que aparece en pantalla.
Todo lo que nos intentan “vender” a través de los medios de comunicación, todas esas metas materiales por las que miles de personas se afanan cotidianamente, todos los cebos que nos ponen los anuncios relacionados con el tener, no con el ser... Todo eso es mentira.
Si
en alguna ocasión en su vida han realizado cualquier actividad que
se parezca a lo que les acabo de describir. Cualquier actividad en
que hayan sentido el flow.
¡No vacilen! ¡No alberguen la más mínima
duda! ¡Lo han encontrado!
No, no es el secreto de la inmortalidad (que igual al final nos hace la vida aburrida por su longitud), ni la fórmula de la Coca-Cola (tampoco crean que es tan beneficiosa) ni el crecepelo infalible.
Lo que han hallado ustedes el Santo Grial de la vida. El anillo de poder. El elixir de la eterna juventud espiritual. O al menos, lo más parecido a eso que podemos encontrar los seres humanos.
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