La OMS anticipa que en el año 2030 (que eso, como quien dice, está ya a la vuelta de la esquina) la primera causa de discapacidad de las personas estará asociada a la salud mental.
Sin menoscabo de las ventajas de la redes sociales para entretener y conectar a personas con intereses comunes, que desde aquí generen conciencia y así convertirse en una poderosa fuerza promotora de cambios sociales (como sucede con el cambio climático, la justicia racial o LGTBQ+), me temo que los inconvenientes no son nada desdeñables.
Esa comodidad de poder conectarse de inmediato es determinante. En cualquier momento y lugar podemos acceder al espacio virtual (curioso oxímoron), desconectándonos a su vez de la realidad. El hecho de que en ese estado no existan las coordenadas espaciotemporales facilita enórmemente que se amplíe el tiempo que los usuarios le dedican. Añádanle a eso que la identidad digital que cada usuario se construye (al seleccionar los mensajes que escribe, al elegir los documentos que edita o las fotos que sube a la red) muestra una versión idealizada de nosotros mismos, y entenderán el poder adictivo de las redes sociales.
En esa identidad digital se proyecta una imagen personal más favorecedora y deseable, más atractiva. Por que... ¿a quien no le gustaría ser más alto, más interesante, más guapo,...? Pues eso que no podemos cambiar en el mundo real, sí que podemos hacerlo en el digital. En realidad, esa deseabilidad no es más que un medio para lograr algo esencial para nuestra autoestima: la validación de los demás, que nuestros semejantes nos acepten, o como diría el poeta, para que nos quieran.
Una vez probado ese veneno es difícil resistirse y muy fácil que el individuo busque más del dulce sabor de la validación. Se convierte en problema cuando esa búsqueda se transforma en una carrera constante (y estresante) por mantener y mejorar esa imagen; y se agrava cuando entra en juego la comparación con los otros, puesto que las vidas "perfectas" que muestran nuestros semejantes pueden generar con rapidez sentimientos lesivos para nuestro yo (envidia, inseguridad, baja autoestima, etc.)
No me cabe ninguna duda de que el abuso de las redes sociales dispara el malestar psicológico de sus usuarios, alguno de los cuales, ya traería de serie algún déficit psicológico. Y aunque, como dije antes, estas redes también pueden usarse para iniciativas beneficiosas*, estoy convencido de que dañan más que reparan. Llámenlo corazonada; llámenlo intuición; pero el dato de que son empresas privadas (esto es, entidades con ánimo de lucro) ya debería hacernos recelar.
De manera que si queremos mantener una salud mental lo más saludable posible deberíamos disponer de un kit de básico para promoción (y protección) de nuestra salud mental que incluiría, al menos, las siguientes herramientas (recomendaciones):
-PRECAUCIÓN: Mantenga las redes sociales a distancia.- En realidad sería más drástico: repúdielas y expúlselas de su vida. Pero teniendo en cuenta la digitalización de la sociedad, tampoco se puede vivir de espaldas a su existencia. De manera que la actitud más razonable me parece la de manejarlas con precaución, como los delincuentes de las películas antiguas manejaban la nitroglicerina. No se trata de ponerse guantes de latex y mascarillas FP2, pero sí de ser conscientes de potencial de adicción que tienen, y por tanto, si hay que consumirlas, hacerlo con precaución. Úselas para informarse, para contactar con otros, quizá para entrar en algún debate, pero no caiga en la trampa de discutir y enganchase en su espiral de emociones malsanas.
En los Facebook Files (publicados por el Wall Street Journal), la empresa Meta mostraba los resultados de estudios y auditorías internas sobre su propio funcionamiento, indicando que las redes sociales pueden acentuar alguno problemas mentales. Muy cortos se quedan esas conclusiones.
-PENSAMIENTO CRÍTICO: Nunca deje de desarrollarlo.- No se trata de desconfiar de todo ni llevar su suspicacia al extremo, pero sí de no creerse nada que no tenga una base sólida. Mejor dicho, de darle validez a lago de manera proporcional a la credibilidad de los argumentos que la sostienen. Se trata solo de pensar para tener conciencia; de reflexionar.
-RELACIONES SOCIALES: No deje de relacionarse con otras personas en el mundo real.- Buscamos de manera natural el contacto con otros; está en nuestra naturaleza. Al relacionarnos con otros desarrollamos de forma natural capacidades que nos fortalecen psicológicamente: la empatía, sentimiento de conexión, autoestima (sentirnos validados por los demás), etc. Este es uno de los antídotos más poderosos contra el efecto pernicioso de las redes sociales, que, al fin y al cabo, no dejan de ser un sucedáneo de las relaciones sociales reales.
Como decía el grupo REM en aquella canción, una imitación de la vida, que no solo desvía nuestra atención de problemas que hemos de afrontar, sino que nos hace creer que podemos vivir sin resolverlos.
* El proyecto STOP ("Suicide prevenTion in sOcial Platforms"), dirigido desde la UPF Barcelona School of Management analiza las redes buscando patrones comunes entre personas con tendencias suicidas, depresivas y trastornos de la conducta alimentaria. Gracias a la información recabada se elaboró una campaña dirigida a usuarios anónimos que encajaban en estos perfiles. En estos casos, los usuarios podían ver anuncios con el Teléfono de la Esperanza o el Teléfono de Prevención del Suicidio, de apoyo emocional y gratuitos (activos 24/7). Se ejecutó durante 24 días y llegó a más de 660.000 personas de todo el territorio nacional, incrementando en más de un 60% el número de llamadas al Teléfono de la Esperanza provenientes de redes sociales, donde encontraron una ayuda que difícilmente hubieran podido obtener de otra manera.