Este
libro va a comenzar con una fábula que, como casi todas las fábulas, está
protagonizada por animales. En esta caso, por hormigas. Los hormigueros son
sociedades perfectas, porque cada miembro se sacrifica por el bien común: la
perpetuación del hormiguero. Están regidos por una misteriosa inteligencia
colectiva que funciona con sorprendente eficacia. Cada hormiga es una estúpida
partícula que, sin saber por qué ni para qué, hace lo que tiene que hacer “estupendamente”.
Esta
relación entre estúpido y estupendo me deja estupefacto. El lenguaje no deja de
sorprenderme.
Pero
un día las hormigas se volvieron inteligentes, reflexivas, autónomas y libres.
Se volvieron kantianas, y esto, que debería haber elevado la calidad de vida
del hormiguero, desbarató su convivencia. Bergson, que también se ocupó de las
hormigas, sacó una conclusión desconsolada: “La inteligencia tiene un poder
disolvente”. En efecto, provocó un conflicto irremediable. La hormiga capaz de pensar
por sí misma no quiso ya diluirse en el hormiguero. Su inteligencia individual
se enfrentó a la inteligencia colectiva. Estableció sus propios fines. Cada
hormiga descubrió que lo que era bueno para el hormiguero, tal vez no o fuera
para ella. Se encontró desgarrada entre la lógica del hormiguero –que dice que
vivan para él y mueran por él- y la lógica individual –que recomienda el sálvese quien pueda.
La
primera generación de hormigas kantianas todavía oyó resonar en su interior la
antigua voz del hormiguero, diciéndole que debía respetar la ley colectiva
impresa en su interior, pero poco a poco esa voz se debilitó. La razón autónoma
de la hormiga se encerró en su argumento: “Si quiero ser libre, no tengo que escuchar
la ley del hormiguero sino mi propia ley. Y esta me dice que no tengo más que
una vida, y que no sería racional cambiar mi bien por el bien ajeno, aunque
éste sea la salvación de la comunidad”.
El
ideal de la inteligencia privada es convertirse en un gorrón con éxito.
(…)
La situación actual resulta interesante para nuestro tema, porque demuestra que
la acción de muchas personas muy inteligentes resulta muy perniciosa para la
sociedad. Las hormigas listas se han cargado el hormiguero.
“Las culturas fracasadas” (2010)
José
Antonio Marina
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