lunes, 17 de diciembre de 2018

42#. Esos spots televisivos que nos llegan al alma

El marketing comercial, ese hermano despabilado de la psicología, intensifica y redobla esfuerzos estos días para tratar de encandilar nuestra motivación, y lograr así inocularnos su mensaje. Antes de haber entrado de lleno en la vorágine consumista navideña, me llamaron la atención una serie de spots televisivos que han tomado decididamente la vía el pellizco emocional para llegar hasta nuestra fibra sensible.

Uno de ellos apela a los días que nos quedan para disfrutar de las personas a las que queremos. Hace un recuento de las horas semanales que se ven dos personas y multiplican por la longevidad que estiman de los protagonista. El resultado, el tiempo que les queda por compartir (no podía ser de otra manera), es bastante inferior al esperado por ellos.

¿Qué anuncia? Una bebida alcohólica.



Otro incide en el desapego familiar, poniendo de relieve que sabemos más de nuestro entorno social media que de nuestra propia familia. Imitando un concurso televisivo al uso, varios grupos familiares responden las preguntas que les hace una voz (de presentador) en off. Cuando las preguntas empiezan a referirse a datos biográficos de sus familiares, empiezan a fallar las respuestas, motivo por el cual deben abandonar la reunión navideña en que están.

¿Qué anuncia? Muebles. Piensen en la primera multinacional del ramo y acertarán.


Desde unos años atrás, una empresa de elaborados cárnicos española sorprendió con una estrategia publicitaria basada en luchar contra los estereotipos femeninos (presiones sociales), el elogio y reconocimiento del sentido del humor, en cómo algunas señas de identidad pueden ser odias y amadas a la vez o nuestra capacidad para superar prejuicios e ideologías. En todos ellos, la propuesta nos insta a repensarnos, a evaluar nuestros esquemas mentales, a profundizar en nuestro autoconocimiento. Me parecieron ideas necesarias y atractivamente plasmadas, que no dejaban indiferente a ningún televidente.

Concienciar sobre los valores personales creo que es lo mejor que podemos extraer de estos spots. Hacer reflexionar sobre sobre aquello que es importante en la vida (desde las amistades o familia hasta ampliar nuestra capacidad de comprensión) nunca está de más, menos una época en que la desmesurada cantidad de distractores a nuestro alrededor tiende a confundirnos, o directamente, a equivocarnos. Propuestas más que loables, que son propugnadas... por empresas privadas.


Vaya por delante mi admiración por el ingenio de los publicistas, y por el mencionado beneficio que pueden proporcionar a los televidentes. Lo único que me parece lamentable es que quienes promueven estas campañas de ¿higiene mental? ¿promoción de fortalezas o valores personales? ¿calidad de vida emocional?... no sea un ente público, no sea una administración del estado. Los impulsores no son instituciones que velen por nuestra salud o higiene (física o mental), sino empresas comerciales, que por muy ético que sea su mensaje, no dejan de estar guiadas por un interés mercantil.

El estrés, sin ir más lejos, "es más dañino para la salud que el tabaco y el alcohol juntos". Revela este dato el Doctor Vidal (médico de salud laboral e inspector de la Seguridad Social) quien tras 25 años de estudio va a publicar un libro con sus investigaciones, y lo considera el mayor problema de salud pública que nos amenaza. Paises como Japón lo aceptan abiertamente; Alemania y Reino Unido han empezado a tomar medidas.

Espero equivocarme, pero me temo que pasará tiempo, bastante tiempo, antes de que veamos alguna campaña de publicidad de la administración pública contra esta epidemia, como se hizo contra el tabaco (Ministerio de Salud) o contra la siniestralidad en las carreteras (Dirección General de Tráfico).

Es más, antes de que algo así suceda, les apostaría lo que fuera a que veremos un anuncio televisivo al respecto, realizado por alguna marca de detergentes, una entidad bancaria o de automóviles. Eso, si no lo han hecho ya.

sábado, 1 de diciembre de 2018

CITA: Pepe Mújica, el último hombre honesto

Yo no soy pobre. Pobres son los que precisan mucho para vivir; esos son los verdaderos pobres. Yo tengo lo suficiente. Vivo muy sencillo para no tener ataduras materiales. No soy pobre porque tengo tiempo para hacer lo que me gusta. Mi definición de pobreza es: pobre es aquel que por tener mucho no le alcanza para nada.


Soy austero, sobrio, ando liviano de equipaje porque para vivir no preciso más equipaje que eso. Yo quiero tiempo para vivir, y no le quiero imponer a nadie mi forma de vivir; la sencillez y la sobriedad es mi comodidad. Tengo 80 años y no me voy a llevar plata en el cajón. Quiero compartir con la gente amiga, que me parece una cosa maravillosa y me hace feliz.

Triunfar en la vida es aprender a levantarse cada vez que uno cae. Me toca vivir una civilización que está difundiendo, de hecho, que triunfar en la vida es ser rico, y que el que no es rico fracasó. Discrepo de punta a punta. Triunfar es sentirse feliz, y eso muy poco tiene que ver con la plata.


Hay ciertos límites materiales que los seres humanos tenemos que cubrir, pero confundir riqueza con felicidad es un cuento chino, porque lo que nos hace felices está muy ligado a las emociones, a lo sentir, y muy particularmente a los afectos. Y para cultivar los afectos hay que tener tiempo libre. Hay que tener tiempo para los hijos, para las amistades, para las relaciones personales. Usted va a caer en la idea de "yo no quiero que a mi hijo le falte nada", y le falta usted porque no tiene tiempo para él. Eso no lo arregla con ningún juguete, porque no se cambian los afectos por juguetes.

No se puede cambiar el mundo, hay que aprender en este mundo a no dejarse entrampar por esta sociedad. Usted no puede evitar que la calle esté llena de autos pero tiene que aprender a cruzar la calle sin que los autos la pisen. Este es el desafío. Y va a ver que se puede.
            
  Pepe Mújica, ex presidente de Uruguay