viernes, 1 de noviembre de 2019

49#. La curiosidad, el ingrediente olvidado de la felicidad.

El impulso o interés por cuestionarnos la vida y los elementos que contiene, nos viene de serie en el equipamiento de los mamíferos superiores. Ese intenso deseo y motivación por explorar es algo inherente a la naturaleza humana, y posee un valor evolutivo: Ha sido el motor que nos permitió resolver los problemas de supervivencia desde nuestros inicios y nos facilitó prosperar como especie. La curiosidad es la precursora del aprendizaje y el crecimiento personal, y por extensión, del dominio personal. Es por ello que cuesta entender que se le haya prestado tan poca atención desde la psicología hasta los últimos tiempos.


La curiosidad es el paradigma de la motivación intrínseca del ser humano. Encontramos gratificación en el hecho mismo, en el proceso de realizar la actividad, independientemente del resultado, porque lo recompensante es el proceso en sí. No solo es el revulsivo que nos permite conocer como funcionan las cosas en nuestro mundo (en el externo, pero también en el interno), sino que nuestro cerebro es más feliz cuando somos curiosos. Un cerebro activo es un cerebro feliz, y el de las personas curiosas disfruta del hecho de cuestionarse y encontrar respuestas, del acto de aprender. Una de las mejores maneras de sentirse vivo es implicarse en actividades que supongan un reto, y en el caso de la curiosidad, para explorar, plantear y resolver no necesitamos material especializado, ni depender de recursos externos escasos, ni desembolso económico alguno. Nuestro cerebro dispone del mecanismo completo para desarrollarla de manera autónoma, sin depender de nada más.

De hecho, Seligman la considera un rasgo psicológico positivo (hablamos de ser curioso, no entrometido ni cotilla) y una de las 5 fortalezas humanas que más correlacionan con la felicidad y la sensación de plenitud. Las personas que muestran más curiosidad experimentan mayores niveles de satisfacción en la vida que el resto. Los menos curiosos obtienen más de las actividades placenteras, esto es, actividades hedonistas. Pero las el hedonismo tiene un gran inconveniente: se satura. Cuando nos atiborramos de beber, de sexo o acabamos con nuestra tarrina de un kilo de helado de chocolate frente al televisor, nos saciamos. Y todos hemos tenido la experiencia de que consumir más, lejos de satisfacernos, resulta fatigoso y hasta repulsiva (además de no tener sentido). En este sentido, la curiosidad está exenta de este inconveniente. Es como la energía proveniente de la fisión nuclear: virtualmente ilimitada.


Desde esta perspectiva, se convierte en una candidata adecuada (ideal, en mi opinión) para convertirse en el motor de una vida satisfactoria, de una vida plena. O al menos, en uno de los motores que contribuyan a ello. Y los datos (según Todd Kashdan y colaboradores, de la George Mason University) lo corroboran: las personas curiosas le encuentran un mayor significado a la vida.

«Si estas vivo, respiras.
Si respiras, hablas.
Si hablas, preguntas.
Si preguntas, piensas.
Si piensas, buscas.
Si buscas, experimentas.
Si experimentas, aprendes.
Si aprendes, creces.
Si creces, deseas.
Si deseas, encuentras.
Si encuentras, dudas.
Si dudas, preguntas.
Si preguntas, entiendes.
Si entiendes, sabes.
Si sabes, quieres saber mas,
y si quieres saber más, es que estás vivo».

Si disponen de unos minutos, no duden en ver y disfrutar este spot.
National Geographic Chanel -Live curious https://youtu.be/4qwA5fUh3hA
Absolutamente inspirador.