El impulso o interés por
cuestionarnos la vida y los elementos que contiene, nos viene de serie
en el equipamiento de los mamíferos superiores. Ese intenso deseo y
motivación por explorar es algo inherente a la naturaleza humana, y
posee un valor evolutivo: Ha sido el motor que nos permitió
resolver los problemas de supervivencia desde nuestros inicios y nos
facilitó prosperar como especie. La curiosidad es la precursora del
aprendizaje y el crecimiento personal, y por extensión, del dominio
personal. Es por ello que cuesta entender que se le haya prestado tan
poca atención desde la psicología hasta los últimos tiempos.
La curiosidad es el paradigma de
la motivación intrínseca del ser humano. Encontramos
gratificación en el hecho mismo, en el proceso de realizar la
actividad, independientemente del resultado, porque lo recompensante
es el proceso en sí. No solo es el revulsivo que nos permite conocer
como funcionan las cosas en nuestro mundo (en el externo, pero también en el interno), sino que nuestro cerebro es más feliz cuando
somos curiosos. Un cerebro activo es un cerebro feliz, y el de
las personas curiosas disfruta del hecho de cuestionarse y encontrar
respuestas, del acto de aprender. Una de las mejores maneras de
sentirse vivo es implicarse en actividades que supongan un reto, y en
el caso de la curiosidad, para explorar, plantear y resolver no
necesitamos material especializado, ni depender de recursos externos
escasos, ni desembolso económico alguno. Nuestro cerebro dispone del
mecanismo completo para desarrollarla de manera autónoma, sin
depender de nada más.
De hecho, Seligman la considera
un rasgo psicológico positivo (hablamos de ser curioso, no
entrometido ni cotilla) y una de las 5 fortalezas humanas que más
correlacionan con la felicidad y la sensación de plenitud. Las
personas que muestran más curiosidad experimentan mayores niveles de
satisfacción en la vida que el resto. Los menos curiosos obtienen
más de las actividades placenteras, esto es, actividades hedonistas.
Pero las el hedonismo tiene un gran inconveniente: se satura. Cuando
nos atiborramos de beber, de sexo o acabamos con nuestra tarrina de
un kilo de helado de chocolate frente al televisor, nos saciamos. Y
todos hemos tenido la experiencia de que consumir más, lejos de
satisfacernos, resulta fatigoso y hasta repulsiva (además de no
tener sentido). En este sentido, la curiosidad está exenta de este inconveniente. Es como la energía
proveniente de la fisión nuclear: virtualmente ilimitada.
Desde
esta perspectiva, se convierte en una candidata adecuada (ideal, en
mi opinión) para convertirse en el
motor de una vida satisfactoria,
de una vida plena. O al menos, en uno de los motores que
contribuyan a ello. Y los datos (según Todd Kashdan y colaboradores,
de la George Mason University) lo corroboran: las personas
curiosas le
encuentran
un mayor significado a la vida.
«Si
estas vivo, respiras.
Si respiras, hablas.
Si hablas, preguntas.
Si preguntas, piensas.
Si piensas, buscas.
Si buscas, experimentas.
Si experimentas, aprendes.
Si aprendes, creces.
Si creces, deseas.
Si deseas, encuentras.
Si encuentras, dudas.
Si dudas, preguntas.
Si preguntas, entiendes.
Si entiendes, sabes.
Si sabes, quieres saber mas,
Si respiras, hablas.
Si hablas, preguntas.
Si preguntas, piensas.
Si piensas, buscas.
Si buscas, experimentas.
Si experimentas, aprendes.
Si aprendes, creces.
Si creces, deseas.
Si deseas, encuentras.
Si encuentras, dudas.
Si dudas, preguntas.
Si preguntas, entiendes.
Si entiendes, sabes.
Si sabes, quieres saber mas,
y si
quieres saber más, es que estás vivo».
Si
disponen de unos minutos, no duden en ver y disfrutar este
spot.
National
Geographic Chanel -Live curious https://youtu.be/4qwA5fUh3hA