martes, 3 de marzo de 2020

53# El aburrimiento es suicida: mata el tiempo, nuestra mayor riqueza



El título de este post, robado impunemente a mi admirado Jose Antonio Marina, puede ser algo exagerado, pero no es mentira.

Para llevar una vida feliz es esencial una cierta capacidad de tolerancia al aburrimiento, decía Bertrand Russell. Una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de hombres de escasa valía, y nos recordaba que la vida de los grandes hombres sólo ha sido emocionante durante unos pocos minutos trascendentales en su vida. Esa tolerancia a la frustración, de la que parecen dotados naturalmente el resto de los mamíferos superiores, los seres humanos hemos de adquirirla entrenándola; poniéndola en práctica para fortalecerla. No obstante, mejor que simplemente tolerarlo (que ya tiene su mérito), podemos hacer algo más útil: usarlo, invertir ese tiempo. 


El aburrimiento es un estado del ánimo, y como tal, no es ni bueno ni malo; sencillamente, cumple su función. Las emociones sirven para movernos hacia algo. Si se preguntan hacia qué nos mueve una emoción que se define precisamente por la ausencia de emoción (entendida aquí en el sentido coloquial del término), podría sugerirles que hacia su opuesto: hacia lo interesante o motivador. Cuando nos aburrimos nos sentimos molestos, pero nuestro organismo se encuentra en la situación idónea para activarse y buscar algo interesante.

¿por qué no tratar a embridar a la bestia y domarla? Aprender a tolerar el aburrimiento y, después, escucharlo, porque podemos aprovechar ese estado de carencial.

Hasta que hube de arrimar el hombro en los quehaceres familiares bastante joven, recuerdo haber pasado tardes veraniegas de tedio infantil, larguísimas mañanas dominicales de aburrimiento, sin disponibilidad de ningún recurso fácil para distraerme,... Era ahí cuando surgía el aburrimiento, cuando el tiempo interior se estancaba y se descompasaba con el tiempo exterior, que seguía su ritmo inexorable. 


En aquel entonces carecía de capacidad para saber que sentirse aburrido no es sinónimo de ser consciente de estarlo. Y sucedía, como con el resto de emociones, que cuando las sentimos, tendemos a dejarnos llevar por ellas. Aquí es donde debemos ser capaces de realizar una acrobacia imaginativa, un giro circense sobre nosotros mismos, para vernos desde fuera y ser conscientes de que ese es nuestro estado motivacional.

Tardé tiempo en darme cuenta de que mientras fuera capaz de pensar, no había lugar para el aburrimiento. Porque el aburrimiento es la falta de distracción, pero no de creatividad. De hecho sucede a la inversa, como afirma Peter Toohey (profesor de la Universidad de Calgary), quien en un libro al respecto afirma que el aburrimiento es la antesala de la creatividad.

De manera que mi infancia transcurrió ingeniándomelas para superar el tedio sin esta conciencia de que les hablo. Usando un álbum de cromos vacio como agenda, donde en cada casilla inventaba un juego o dedicado a la elaboración artesana de flipper (madera, punta y gomas). Usando la enciclopedia (nunca les estaré lo suficientemente agradecido a mis padres por haber realizado aquella inspiradora inversión en sabiduría) como un improvisado juego de preguntas, al más puro estilo Trivial. Sin aburrimiento nunca hubiera recogido aquellas cajas vacías de comercios cercanos a casa para engarzarlas unas con otras, construir lo que ante mis amigos presenté como "el submarino". Decenas y decenas de ocurrencias más fueron posibles gracias a ese tedio.


El aburrimiento debería servirnos para darnos cuentas de todas las cosas que ignoramos y nos perdemos mientras nos entretenemos. Si me distraen no salgo de mi pasividad, pero si pienso y actuo, me convierto en activo y soy artífice de mi propia motivación. No se conformen con pasar el rato y desperdiciar su tiempo. Escapen del vaticinio de Russell: «Muchas personas preferirían morirse antes que pensar; en realidad, eso es lo que hacen»