No, no es un loco. Lo del presidente de Rusia no tiene que ver con una enfermedad mental, que sería lo que desearíamos escuchar, puesto que implicaría que existe un tratamiento terapéutico para mejorar sus acciones.
Tampoco un irresponsable, desde el momento en que ha calculado las consecuencias de sus actos y entiende que, de una forma u otra, le compensan. Desde luego que no a la población ucraniana, ni a la rusa, pero sí al objetivo que él persigue (sea el que sea).
Me temo que no es un fracasado, y desde luego, cualquier cosa menos un tonto.
La acción de guerra de Putin contra Ucrania solo se explica si lo etiquetamos con otra categoría diagnóstica: la sociopatía. Y, efectivamente, si revisamos los criterios diagnósticos de este trastorno de la personalidad (que no enfermedad mental) veremos que puntúa en la mayoría de ellos: Su dudosa autoestima ha sido desbordada por su narcisismo, caracterizado por su prepotencia y megalomanía. Ignora los derechos y sentimientos de sus iguales, y no muestra remordimiento o culpa cuando daña o manipula a los demás. Su única lealtad es a sí mismo y a sus ideales (sean estos los que sean), y para ello entiende legitimado usar cualquier herramienta que otorga el poder que ha acumulado, sea tergiversar o engañar directamente, amedrentar o atacar. Un clásico: el fin justifica los medios.
La erradicación de cualquier alternativa política a su reinado o crítica al mismo (desde periodistas como Politkovskaya a contrincantes como Berezoski), la contribución a desestabilizar occidente (campañas de desinformación que alentaron el Brexit o apoyaron la victoria de Trump), cuando no directamente la invasión de Crimea hace unos años, deberían habernos advertido no solo de su naturaleza sociopática, sino de que además, pensaba ejercer como tal.
Y mientras tanto, ¿qué han hecho los paises occidentales?
Decía un analista político que los paises del primer mundo "nos hemos hecho herbíboros, pero seguimos rodeados de carnívoros". Continuando con este símil, diría que hemos ido más allá; nos hemos convertido en veganos, mientras los carnivoros esperaban, pacientes, su momento.
Deberíamos platearnos si no llevamos demasiado tiempo viviendo en Matrix, una simulación de un mundo ideal basado en el bienestar social.
El estado del bienestar se diseñó y empezó a contruirse tras la segunda guerra mundial. Gracias a unas favorables condiciones politicas y económicas pudimos mejorar los derechos sociales del Primer Mundo, alcanzando unas cotas de dignidad nunca vistas por la humanidad. Es fácil vivir cuando disponemos de todos los derechos. Tanto como caer en el ombliguismo de pensar que todos ellos nos vienen dados, que son consustanciales a nuestra naturaleza... hasta que el agente Smith (Vladimir) nos muestra por la bravas que no es así.
Quizá nos acomodamos tras pensar que una vez alcanzados, estos logros se perpetuarían de por sí; como si solo bastara con desearlo para que perduraran. Quizá hemos cometido el error de pensar que las sociedades humanas son una ong o un club de boyscouts, sin percatarnos de que la realidad de millones de personas de nuestro planeta es que no han conocido la democracia en su país, ni disfrutado un mínimo sistema de salud, ni de una vivienda digna, ni un sistema de justicia ecuánime ni tienen acceso a una educación decente.
Es posible que Putin sea un psicópata, pero igual nosotros no hemos
hecho mucho por prevenir y protegernos de un vecino así, pensando que nuestras amenazas de no hacer negocios con él le disuadirían de cumplir sus amenazas. O peor, encomendándonos a la creencia buenista de que la naturaleza
humana es esencialmente bondadosa.