El psicólogo Gary
Klein cuenta la historia de un equipo de bomberos que penetraron en una casa en
la que la cocina estaba en llamas. Poco después de aplicar la manguera a la
cocina, el jefe de bomberos dio un grito. «Salgamos de aquí», exclamó sin saber
por qué. El suelo se hundió casi inmediatamente después de que los bomberos
escaparan. Solo después de ocurrir aquello, el jefe de bomberos se dio cuenta
de que el fuego había sido extrañamente silencioso y que sus orejas habían
estado extrañamente calientes. Estas impresiones juntas despertaron lo que
llamó un «sexto sentido del peligro». No tenía ni idea de lo que andaba mal,
pero sabía que algo andaba mal.
Resultó que el foco del incendio no estaba en
la cocina, sino en el sótano, debajo de donde sus hombres habían estado.
Todos hemos oído
historias de intuición experta: El maestro ajedrecista que pasa por delante de
una fila de jugadores y anuncia sin pararse: «Blancas dan jaque mate en tres
jugadas», o el médico que hace un complejo diagnóstico después de una sola
mirada a un paciente. La intuición de los expertos nos parece mágica, pero no
lo es. Cada uno de nosotros realiza muchas veces al día verdaderas proezas de
experto intuitivo. La mayoría de nosotros tenemos un oído perfecto para
detectar un enfado en la primera palabra de una conversación telefónica, o para
reconocer, cuando entramos en una habitación, que hemos sido tema de
conversación, y rápidamente reaccionamos a señales sutiles de que llevar el
coche por el carril de al lado es peligroso.
Nuestras capacidades intuitivas
cotidianas no son menos maravillosas que las asombrosas percepciones de un
bombero o un médico experimentados. Solo son más comunes.
La psicología de la
intuición acertada no encierra magia alguna. Quizá la mejor formulación al
respecto es la del gran Herbert Simon, que estudió a maestros ajedrecistas y
mostró que tras miles de horas de práctica llegaban a ver las piezas en el
tablero de otra manera que nosotros. Podemos comprender la impaciencia de Simon
respecto a la mitificación de la intuición experta cuando escribe: «La
situación proporciona la ocasión; esta da al experto acceso a información
almacenada en la memoria, y la información da la respuesta. La intuición no es
ni más ni menos que el reconocimiento».
No nos sorprende que un niño de dos
años mire a un perro y diga «chuchi», porque estamos acostumbrados al milagro
de los niños aprendiendo a reconocer y nombrar cosas. La cuestión central en
Simon es que los milagros de la intuición experta tienen el mismo carácter. Las
intuiciones válidas se producen cuando los expertos han aprendido a reconocer
elementos familiares en una situación nueva y a actuar de manera adecuada a
ella. Los buenos juicios intuitivos vienen a la mente con la misma inmediatez
que «chuchi».
Cuando se enfrenta a
un problema –el de elegir una jugada de ajedrez o el de decidir invertir en
acciones–, la maquinaria del pensamiento intuitivo hace lo mejor que puede
hacer. Si el individuo tiene una experiencia relevante, reconocerá la
situación, y es probable que la solución intuitiva que le venga a la mente sea
la correcta.
"Pensar lento, pensar despacio"
Daniel Kahneman (2011)