Desde
pequeños nos amoldamos al entorno en que nos criamos y educamos.
Nuestra providencial capacidad de adaptación nos lo permite. De
manera vamos adquiriendo las claves por las que se rige la comunidad
o sociedad en que finalmente nos hacemos adultos. Como bien dice José
Luís Sampedro en el post anterior de este blog, el poder directriz
de esta sociedad va inculcándonos valores y creencias sobre lo que
está bien y lo que está mal, sobre lo deseable y lo despreciable,
sobre lo que entiende por tener éxito y por fracasar...
En
una sociedad consumista con un sistema económico capitalista, los
ciudadanos, confiados en la bondad del sistema (ingenuamente, quizá)
hemos asimilado las reglas de juego, y vamos creciendo mientas
despiojamos las posibilidades que se nos ofrecen. En cierta medida,
es lógico, casi normal, que una persona pueda creer que tener éxito
es alcanzar un estatus socio-económico alto, y/o adquirir cuantas
más posesiones mejor, y/o destacar de alguna forma sobre los demás (aunque sea
obteniendo el récord guinness por el eructo más ruidoso del mundo o
el de aguantar la patada más fuerte en los testículos), entre otros. Por activa o pasiva, explicita o tácitamente,
es lo que se nos enseña.
Es
posible que la persona, tras dar rienda suelta a sus aspiraciones,
trabajar duro, y probablemente haber conseguido parcial o totalmente
sus objetivos, se plantee cuestiones que no le inquietaron antes. Es
posible que en ese momento se de cuenta de que "sí, pero..."
Sí,
soy consultor jefe de mi empresa, pero...
Sí,
tengo una familia envidiable, pero...
Si,
adquirí el apartamento en la playa y ayer me compré mi tercer
coche, pero...
Cuando
a alguien le ocurre esto, lo que suele suceder es echa en falta algo,
algo relevante, algo sustancial que igual no puede definir... Es
probable que se haya afanado por lograr objetivos que adquirió en su
entorno social, pero que, en realidad, no eligió él/ella... aunque
es posible que ni se diera cuenta de cómo sucedió.
Ser o tener.
Les
hablaba en el post #16.
Inteligencia no es sinónimo de sabiduría
que la inteligencia sirve para hallar la manera más eficiente de
alcanzar una meta, pero la sabiduría es la que decide si esa meta es
válida, o sea, si es adecuada, si nos conviene. El éxito parece ser
la prolongación natural de la inteligencia pura y calculadora. Pero
la extensión lógica de la sabiduría me parece algo más parecido a
la felicidad, entendida como el arte de vivir. En este sentido estoy
de acuerdo intuitivamente, aunque no pueda fundamentar esta postura, con la
afirmación que dice: "El éxito es una ciencia. La felicidad,
un arte".
Retomo
ahora la pregunta que nos hacía Sampedro: ¿Para qué estamos aquí?
...para
sufrir (no se lo tomen a coña, que hay más de una
generación que
se crió con esta creencia, dentro de la más pura
tradición
judeocristiana),
...para
disfrutar (hedonismo puro)
...para
conseguir metas (éxito),
...para
logra un buena vida (felicidad),
...para
fastidiar a mi vecino (envidia + dudosa autoestima), ...
...para
ser más que mi cuñao (envidia + dudosa autoestima +
malas
relaciones familiares).
Supongo
que habrá más posibles alternativas, pero si nos ceñimos al
binomio que nos trae a colación, según sea su respuesta, le
interesará más invertir esfuerzo en lograr el éxito o en tratar de
ser felices.
Reparen
en una primera diferencia, sutil pero significativa, entre ambos
conceptos que nos ofrece el lenguaje. El
éxito se "tiene". Feliz, es "es".
Tener y ser. Verbos distintos, pero que en muchas ocasiones se
solapan... o se confunden.
Éxito y felicidad.
Por
que éxito y felicidad no son necesariamente sinónimos. Pueden
serlo, que duda cabe, pero no es la norma. Y ambos conceptos no solo
no tienen porqué ir cogidos de la mano, sino que incluso pueden ser
excluyentes.
Si
al pobre diablo alcohólico y politoxicómano que vemos por el
parque o la plaza a diario, un buen día encontrara un billete de
lotería y fuera el número agraciaddo con, pongamos 100 millones de
euros ¿Dirían ustedes que ahora es un hombre con éxito? ¿Feliz,
ahora que dispone de sus millones?
De
la misma forma, esa familia perfecta, tan perfecta que da cosica de
verlos. Tan estupendo él, tan encantadora ella, tan adorables sus
hijos... ¿Están seguros de que, puertas adentro de su hogar, son
tan perfectos? ¿Seguro que es real el éxito que nos venden? ¿Seguro
que son felices? Valoren el sesgo que tenemos los seres humanos a
pensar que los demás, siempre, son más felices que nosotros.
Ahondando
un poco más, todos sabemos que hay éxitos que, a posteriori,
desearíamos no haberlos tenido (que se lo digan a Macaulin Culkin o
a Whitney Houston). Victoria pírrica
es un concepto que proviene del rey Pirro (de Epiro), quien venció a
los romanos en una batalla que le costó la vida a miles de sus
hombres. Hay éxitos cuya factura es tan alta que cabe dudar si
merecieron la pena.
Y de
la misma manera, en ocasiones, sufrimos fracasos tan estrepitosos que
nos enseñaron bastante más que muchos éxitos.
En
la otra cara de la moneda, nos encontramos con ejemplos de personas
que no buscan, ni desean, ni necestian el éxito. Paradigmático es
el caso de Diógenes, quien decía no necesitar nada para ser feliz,
salvo cubrir sus necesidades básicas. Propugnaba desprenderse de
todas las cosas materiales y vivir guiados por la razón y la virtud.
La leyenda dice que Alejandro Magno se interesó por conocerle, y que
al encontrarlo tumbado y desnudo le ofreció cualquier cosa que
pidiera, fueran riquezas o monumentos. El viejo solo le pidió que se
apartara y no le quitara el sol.
No
aparentaba ser una persona de mucho éxito, el amigo Diógenes, sin
embargo, él decía ser feliz. Para aquel filósofo, el éxito era
completamente despreciable. Sin embargo, si que parecía estar
versado en el arte de vivir.
Diferencia entre éxito y felicidad.
La
diferencia crítica que encuentro entre el los conceptos en cuestión,
es que el éxito consiste en lograr metas... pero metas ajenas a
nosotros (que han dictado otros, sean estos nuestros padres,
amistades, pareja, sociedad,...). La felicidad tiene más que ver
con alcanzar las metas que nosotros hemos considerado importantes
en la vida. Si ambos objetivos (los del éxito y los de la felicidad)
coinciden en su caso, le felicito sinceramente. Es usted una persona afortunada... o inteligente (emocionalmente)... o sabia.
Si no es así, recordarle lo que Brownie Ware, enfermera australiana, escribió al respecto. Tras dedicar parte de su vida a cuidar enfermos terminales, encontró que, en el momento de la muerte, las personas se arrepentían, en muchos casos, de las mismas cuestiones. Ante la pregunta de ¿qué harían si tuvieran una segunda oportunidad de vivir? (no me digan que no les pone el vello de punta esa pregunta hecha cuando uno se está muriendo) encontró cinco categorías.
Antes
de continuar... ¿Han pensado que responderían ustedes a esa
pregunta?
Bueno, dejénlo para después.
Según Brownie, ninguno deseaba nada que tuviera que ver con bienes o riquezas o posesiones o éxito. Todos los moribundos hablaban de aumentar el tiempo compartido con sus seres queridos, expresar mejor sus sentimientos, y haber hecho lo que ellos (no los demás) creían que tenían que hacer.
Según Brownie, ninguno deseaba nada que tuviera que ver con bienes o riquezas o posesiones o éxito. Todos los moribundos hablaban de aumentar el tiempo compartido con sus seres queridos, expresar mejor sus sentimientos, y haber hecho lo que ellos (no los demás) creían que tenían que hacer.
En fin... Solo
por si les sirve.
Muchos aun siguen creyendo en que lo material es mejor... pero deben de darse cuenta que no¡¡
ResponderEliminarComo todo en la vida, Johana, es cuestión de perspectiva.
EliminarIgual tienen que darse las condiciones necesarias para llegar a conclusiones sensatas en la vida. Puede que es trate solo de tiempo, probablemente de madurez... casi seguro que de tener la sufieciente experiencia (o sabiduría) como para descubrir que es lo realmente valioso.
Un saludo