"Parecía una transcripción de uno de los manuales del Partido. Por supuesto, el Partido enseñaba que los proles eran inferiores por naturaleza y debían ser mantenidos bien sujetos, como animales, mediante la aplicación de unas cuantas reglas muy sencillas.
En realidad, se sabía muy poco de los proles. Y no era necesario saber mucho de ellos. Mientras continuaran trabajando y teniendo hijos, sus demás actividades carecían de importancia. Dejándoles en libertad como ganado suelto en la pampa de la Argentina, tenían un estilo de vida que parecía serles natural. Se regían por normas ancestrales. Nacían, crecían en el arroyo, empezaban a trabajar a los doce años, pasaban por un breve período de belleza y deseo sexual, se casaban a los veinte años, empezaban a envejecer a los treinta y se morían casi todos ellos hacia los sesenta años. El duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y sobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental.
No era difícil mantenerlos a
raya. Unos cuantos agentes de la Policía del Pensamiento circulaban
entre ellos, esparciendo rumores falsos y eliminando a los pocos
considerados capaces de convertirse en peligrosos; pero no se
intentaba adoctrinarlos con la ideología del Partido. No era
deseable que los proles tuvieran sentimientos políticos intensos.
Todo lo que se les pedía era un patriotismo primitivo al que se
recurría en caso de necesidad para que trabajaran horas
extraordinarias o aceptaran raciones más escasas.
E incluso cuando cundía entre ellos el descontento, como ocurría algunas veces, no conducían a ninguna parte porque, al carecer de ideas generales, solo podían concentrarlo en minucias concretas y sin importancia. Inevitablemente pasaban por alto los males mayores".
E incluso cuando cundía entre ellos el descontento, como ocurría algunas veces, no conducían a ninguna parte porque, al carecer de ideas generales, solo podían concentrarlo en minucias concretas y sin importancia. Inevitablemente pasaban por alto los males mayores".
"1984" (1949)
George Orwell