"Los
hibakusha o
supervivientes japoneses
(de la bomba atómica)
han sido, por décadas,
estigmatizados en Japón. Su aspecto, con heridas y escaras, los
rumores sobre ser portadores de extrañas enfermedades etc, les han
hecho no poder encontrar trabajo y ser discriminados socialmente.
Robert Jay Lifton entrevistó en profundidad a 75 hibakusha
a principios de los
60, en promedio 15 años después de las bombas, realizando un
extenso estudio en base a las transcripciones de entrevistas.
Los
hibakusha o supervivientes japoneses comparten una serie de rasgos
notables. La experiencia, en la que murieron, casi siempre, toda la
familia, vecinos, amigos, quedó destruida casa y lugar de trabajo, y
la propia persona sobrevivió con la secuela de malformaciones,
escaras permanentes o enfermedades infecciosas crónicas por la
inmunodepresión, fue una experiencia instantánea – duró segundos
-, sin preparación y de consecuencias devastadoras.
Tres
elementos aparecen de manera repetida en las entrevistas como
dañados de modo irreparable:
-El sentido de conexión (“sense of connection”) con el mundo y con los demás.
-El sentido de integridad simbólica (“sense of symbolic integration”) entendido como el tener un sentido de coherencia y de significado de la vida propia, y como el intento de buscar algún tipo de trascendencia de la experiencia de la bomba atómica que de sentido a sobrevivir.
-El sentido del movimiento (“sense of movement”), de desarrollo y de cambio, en una lucha continua entre una fijación o no en la identidad personal como “hibakusha”.
Hay
una
ansiedad casi constante que correlaciona con la incapacidad para
articular y dar sentido a la experiencia. Las respuestas 'no sé
qué decirle' o 'no tengo palabras' son muy frecuentes. Esto
tenía que ver con el modo de reacción : 'Dejarse llevar'. La
no-resistencia en relación con misterios últimos de la vida a los
que no es posible llegar y que es mejor aceptar como vienen. El
sentido de la resignación [en japonés akirame]
que está en relación con sentir que uno está en medio de fuerzas
que escapan completamente a su control. No es pasividad, que tiene
que ver con abandono, sino resistencia pasiva: Ocurra lo que ocurra,
sigo adelante; una cierta idea de voluntad humana indestructible, de
tentetieso que se levanta. Esta propia autoimagen de aceptar lo que
viene y seguir permite dar una imagen interna de conexión, cohesión
y movimiento.
Esta
idea de la resistencia pasiva como virtud tendría sus raíces en el
budismo japonés, independientemente de ser creyente o no.
Esta
resignación no evita, en las entrevistas realizadas, que haya un
sufrimiento psicológico profundo, pero da un marco de comprensión y
afrontamiento. Es sólo un apoyo frente al dolor individual por todo
lo perdido y el modo en que fue perdido, que es desgarrador. Lo que
cruza todas las emociones de los supervivientes es la culpa. La culpa
por el hecho de estar vivo mientras todos los seres queridos han
fallecido aparece en
la casi totalidad de
las personas entrevistadas".