Nadie quiere recordar un trauma, y en este sentido, la sociedad no es
diferente de las propias víctimas. Todos deseamos vivir en un mundo
seguro, manejable y previsible, pero las víctimas nos recuerdan que
esto no es siempre así.
Para comprender un trauma debemos superar nuestra reticencias natural
a confrontar esa realidad y reunir el valor necesario para escuchar
los testimonios de los supervivientes. De ellos podemos extraer un
significado capital: los recuerdos normales no son como los recuerdos
traumáticos. Los recuerdos de nuestro pasado no tienen la misma
naturaleza que las experiencias traumáticas sufridas. La diferencia
no es cuantitativa, sino cualitativa.
Las personas traumatizadas, emocional o psicológicamente, conservan
unos y otros recuerdos de manera distinta. Preguntadas respecto al
pasado, no presentan dificultad en hablar y recordar acontecimientos
inolvidables de su vida que no hayan sido traumáticos: El día en
que nació su hija, el día de su boda, el día en que se graduó, el
día en que alcanzó una meta importante,... Indagando en estos, al ser
preguntados sobre si tuvieron alguna vez una imagen intrusiva o
espontanea del evento de forma vívida, respondían que no.
Recordar
con cierta precisión el discurso que dio en su graduación o
alguna sensación intensa al recordar el nacimiento de su hija o la
impresiones del cuerpo de su pareja en la noche de bodas (aunque esta
última levantara alguna mirada de extrañeza) eran respondidas de
forma negativa. Sin embargo, al ser preguntados por eventos
traumáticos sufridos, se elicitaban respuestas emocionales muy
vívidas: El tufo a alcohol de su violador, la visión de un cadáver
destrozado, el frio del agua inundando el coche accidentado o las
sensaciones cuando su marido las tocaba que pudieran parecerse a cómo
lo hizo el violador,... saltaban a su memoria y activaban intensas
respuestas emocionales.
Los recuerdos de acontecimientos negativos (tristes, frustrantes o
enojosos) y los recuerdos traumáticos se diferencian por el modo en
que están organizados en nuestra memoria, pero también por las reacciones físicas que elicitan. Los malos recuerdos se recordaban
como eventos del pasado, que les habían afectado emocionalmente, pero
que poseían un inicio, desarrollo y un final. Sin embargo, los
recuerdos traumáticos no tenían una narrativa definida: estaban
desorganizados. Algunas personas recordaban demasiado claramente
algunos detalles (olor del violador, el orificio en la frente de un
niño asesinado, los focos del camión que nos embistió,...) pero no
podían recordar la secuencia de acontecimientos ni otros detalles
relevantes del hecho. Además de eso, se vivían en presente, se
sufrían como si estuvieran sucediendo en el momento, sin poder
confinarlos en el segmento temporal del pasado en que sucedieron.
Los recuerdos traumáticos son fundamentalmente distintos de las
demás historias de nuestra biografía por que están disociados. Las
sensaciones del suceso traumático quedaron en nuestra memoria sin
estar bien montadas secuencialmente. Y esta es la esencia del trauma:
que es abrumador, increíble e insoportable.
Las personas que han sufrido un trauma piden que dejemos de pensar en términos de lo que consideramos normal y aceptemos que estamos
tratando con un realidad dual: la realidad de un presente,
relativamente seguro y previsible, que convive junto a un pasado
impactante, conformado por huellas sensoriales y emocionales
fragmentadas (imágenes, sonidos y sensaciones físicas) que se
reviven como una amenaza actual.
Es curioso pero la gran mayoría de la gente cuando habla de recuerdos inolvidables se refiere a los buenos, cuando también existen los malos y, por supuesto, los traumáticos. Quizás sea porque de estos, malos y traumáticos, generalmente tratamos de olvidarnos, aunque a veces al tratar de olvidarlos aun los recordamos más. Quizás lo mejor sea intentar abstraerse de ellos, pasar de ellos. Es complicado. Y los masoquistas ¿también intentan olvidar los malos recuerdos? ¿o intentan disfrutarlos?.
ResponderEliminarMuy sugerente tu pregunta, Luis. Desde mi punto de vista, la práctica sexual del masoquismo se basa en la estimulación física (dolorosa para nosotros, pero excitante para ellos). Sin embargo, con los malos recuerdos nos situamos en un plano más emocional, y este no creo que los experimenten de manera tan excitante. En lo que estoy completamente de acuerdo contigo es en que abstraerse o pasar de los malos recuerdos es difícil (en psicología se denomina ACEPTACIÓN) pero también es la estrategia más recomendable. Como sea, los malos recuerdos también cumplen una función adaptativa, de la que hablé en...
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Un placer haber recibido tu acertado comentario. Saludos