Cuando un
atleta, un científico o un artista es premiado con un justo galardón
(medalla, estatuilla o premio) sabe que tal reconocimiento es fruto
de su dedicación y esfuerzo. Entonces, ¿por qué, en tantas
ocasiones, extiende su gratitud a padres, amigos, compañeros de
equipo, entrenador , director, etc.?
La gratitud es un reconocimiento por un beneficio (don o favor) recibido. Tiene las ventajas de promover nuestro bienestar subjetivo y nuestra satisfacción vital. Normalmente solemos ver la expresión del mismo, el acto de agradecer. Pero a la base de ese acto hay, o debe haber, un sentimiento que lo legitime: el sentimiento de gratitud.
El rango de
ese sentimiento puede abarcar un amplio espectro. Desde el simple
"dar las gracias", (que podría reducirse a una mera norma
de educación o cortesía), en donde estaríamos hablando de un acto
puntual, a alcanzar niveles más profundos o trascendentales, como
experimentar un sentimiento genuino de gratitud general. Este sería
la actitud.
Estar
agradecido denota un estado emocional específico, concreto, que
puede ser perfectamente pasajero. Encajaría con la definición
estandar, un sentimiento de estima por un favor recibido al que se
desea corresponder. No obstante, puedo estar agradecido a alguien o
algo y sin embargo mantener una actitud egoísta en la vida. En el
momento en que realizo la acción de estar agradecido, ya he
compensado. Se puede cerrar el círculo y finalizar mi compromiso con
esa persona.
Ser
agradecido implica
tener la predisposición, la actitud de agradecer. Su
naturaleza es desinteresada, y no
tiene porqué mostrarse
correspondiendo
a ningún benefactor en
particular.
La persona que es agradecida es
capaz
sentir
gratitud
sin
que ocurra ningún
hecho
extraordinario. Sencillamente,
agradece
la
cotidianidad.
Para
alcanzar tal actitud de gratitud plena se deben cubrir unas
etapas consecutivas. Sencillas, pero imprescindibles: reconocer, apreciar y corresponder.
Agradecer
es, en primer lugar, un acto de reconocimiento. Me
parece obvio
que
no podemos ser
agradecidos si no valoramos
lo que nos sucede. La
gratitud
incondicional
o
profunda,
como actitud vital, se alcanza por comprensión. Se
disfruta de ese sentimiento cuando
uno es capaz de tener conciencia de la
vida y el mundo en que vivimos. Esa
toma
de conciencia nos
permite apreciar
la suerte de estar vivos, la fastuosa puesta en escena que se
despliega cada día que amanece, la facilidad con que se puede perder
todo, la fortuna de disfrutar
de todo
aquello de
que
disponemos,
etc.
Tras
esto, surge el impulso de ponerme
a
disposición, de
devolver, de corresponder...
La
persona que es agradecida
debe
haber superado el egoísmo
infantil (e
inmaduro),
por
el cual entendemos que se nos debe todo.
Es bien fácil mantenernos en ese egocentrismo primigenio. De
hecho, el
paradigma consumista en que se desarrollan la sociedad en que vivimos
tiende a promover
y aumentar actitudes egoístas. Pero
el individualismo nos aleja de nuestra naturaleza social, de la
gratificación que nos provee el contacto con los otros. De
ayudar
a otros de manera desinteresada. De
compartir
con otros, como
reacción
natural.
Es
posible que haga falta tiempo para alcanzar esta disposición del
ánimo. Quizá sea necesaria
la madurez y
lucidez que aporta el
periplo vital de cada persona.
Pero, que quieren que les diga... desde el momento en que somos
conscientes de nuestra finitud, nuestras limitaciones y temporalidad,
así como de que siempre fuimos, hemos sido y seremos ayudados por
alguien, y que siempre necesitaremos de los demás para ser plenos,
entonces, ese sentimiento de gratitud hacia la vida se promueve de
manera casi automática.
Aunque ya
les dediqué un post, no puedo resistirme a recordar a los Monty Python.
Reconozco que aquellas ultimas estrofas de La vida de Brian se
me quedaron grabadas en la mente como si hubiera presenciado una revelación. Pero el silogismo es tan sencillo
como incontestable.
Nacimos
sin nada.
Nos iremos sin nada.
Así que... ¿qué hemos perdido?
Nada.
Todo lo que hemos experimentado,
experimentamos y experimentaremos ha sido provechoso o
beneficioso. Un regalo. Todo nos ha sido concedido. ¿Creen que existe
algo más gratificante?
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