Quejarse es como ir llenando el salón de tu
casa de basura, bolsa a bolsa. No solo son bultos inútiles, sino que
además ocupan el escaso espacio de que dispones. Lugar en el que cae
una bolsa, espacio que no puedes destinar a cualquiera otro utensilio
o herramientas que te permita resolver problemas o facilite la vida.
A medida que dejamos mas bolsas, se empobrece la habitación y la
inunda de hedor.
Si llenamos nuestro espacio mental de quejas y
lamentos, nuestra actitud se torna victimista, los problemas se nos
acumulan sin ser resueltos, y nuestro carácter se va agriando.
Nada que objetar a la legitimidad de quejarse.
De hecho, no solo es
comprensible, también es bastante humano.
La queja sirve al bebé, al niño indefenso, como una llamada de
atención. Es el vehículo que usa para dejar patentes sus
necesidades, que otros pueden cubrirles. No obstante, a medida que
vamos dando pasos hacia la madurez, al debutar en nuevos escenarios
vitales, nos percatamos de que ya no es tan útil. Lo que nos servía
en el entorno familiar para obtener el favor de nuestros familiares
no termina de funcionar en otros entornos, como en grupos sociales
varios y amistades, en donde se nos empezará a ver como personas
impertinentes o pesimistas. En otros, como el laboral, incluso
puede tornarse en defecto, mostrándonos como incompetentes o como
estúpidos (o ambas cosas).
Pero la queja
tiene su
razón de ser, al
cumplir una neta función de desahogo.
Quejarse es una reacción emocional que permite exteriorizar nuestra
frustración, comunicarla y, en cierta manera, buscar la compasión o
comprensión de nuestros iguales. Cuando nos quejamos no resolvemos
el problema, pero nos aliviamos. Y debemos de ser cautos en este punto. Hemos de ser conscientes de que ejecutarla de manera frecuente puede
convertirse en una trampa. El hecho de que sea tan fácil de pensar,
tan rápida de exteriorizar y que, con frecuencia, no tenga ningún
coste para nosotros, facilita que la agregemos despreocupadamente a
nuestro discurso cotidiano. Que empecemos a incorporarla a nuestra
manera de pensar y actuar, y llegue así a convertirse en un hábito.
Un mal hábito.
La persona quejica, aunque no se de cuenta de
los efectos de su disposición, está llenándose de
resentimiento, de reproches y enojos. Está inoculándose de manera
gratuita un malestar y estrés que no necesita. De aquí arrancan los
inconvenientes más serios de la actitud de queja:
-Mantiene congestionado nuestro espacio mental,
atorándolo con desechos y basura.
-Nos confiere un perfil victimista, que nos
limita en nuestras capacidades.
-Nos aleja de la predisposición resolutiva. La
queja, de por sí, no resuelve el problema, y nos focaliza en lo
negativo.
Esto, sin mencionar el tiempo que perdemos en
ella y el malestar que generamos a nuestro alrededor.
Cuando tomamos conciencia de que es una actitud
contraproducente, tratamos de buscar otras alternativas, intentamos
modificar tal actitud. La actitud quejumbrosa se empieza a exorcizar
cuando tomamos conciencia real de todo lo que disponemos en nuestra
vida, empezando por el privilegio que supone el simple hecho de
vivir. En la raíz profunda de la queja hay una falta de aceptación
de la vida, hay un algo oscuro, amargo, que quizá date de muy
antiguo, que mantiene a la persona atrapada y le impide crecer.
En definitiva, la queja nos infantiliza al
autorizarnos a irresponsabilizarnos de nuestras circunstancias.
Como estrategia única, como solución, no funciona.
La queja tiene
sentido cuando sirve
como trampolín a una actuación correspondiente.
Sea protestar, telefonear, manifestarme, afiliarme, reclamar,
etc. La queja se convierte en productiva cuando actúa como
movilizador de energías o disparador de una acción concreta que se
encamina a solucionar el problema del que nos quejamos.
Mírenlo a la inversa. Recuerden a las
personas, conocidas o no, actuales o históricas, que han despuntado
por su integridad y templanza. Piensen en personas admiradas por sus
cualidades éticamente más humanas (Gandhi, Luther King, Mandela,
Stephen Hawking...) ¿Recuerdan en su legado que alguna vez se
quejaran por algo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario