La austeridad como estilo de vida dista mucho de la solución politico-económica que propugnan los gobiernos para capotear la crisis económica. La austeridad, como cualidad o fortaleza personal, se dirige al equilibrio y se erige sobre la mesura (tan poco valorada por los mass media), sin otra meta que alcanzar un estilo de vida sobrio. Un rasgo de personalidad que, me atrevería a decirles, no está exenta de un halo de elegancia, más centrada en la templanza que en la abstinencia, más relacionada con la moderación que con la abstinencia.
Como no podía ser de otra forma, en un mundo orientado hacia el consumo, la austeridad se muestra como archivillano del héroe de un cómic cualquiera. Y no hace falta que la denigren o infravaloren en ningún mentidero público; ya nos la arrebatan durante nuestra crianza, educándonos para consumir. Cuando se ha establecido como hábito de vida, ya se ha interiorizado (o quizá sea más preciso decir inculcado) como norma. Difícil la tarea de arrancar un árbol de raíz cuando ha crecido. Una lástima que los negacionistas del coronavirus piensen que Bill Gates nos va a inyectar un chip en la vacuna contra el covid y no se percaten de cómo nos inoculan tan sutilmente el "chip" que nos convierte en siervos (cuando no esclavos) del consumo.
Pero a poco que echen la vista atrás, les será fácil observar que la austeridad ha sido la tónica en las sociedades que nos precedieron. Y no solo por que a la mayor parte de las generaciones precedentes no les quedara otra (recordemos que el estado de bienestar nació hace apenas unas décadas), sino por que la austeridad nos obliga a poner los pies en el suelo y nos coloca en nuestro tu sitio respecto a la vida. Alejandro Magno, que como personaje histórico y mente preclara, tiene su peso, expresó su admiración al mismo Diógenes. De hecho, cuando se entrevistó con el filósofo, confesó querer reencarnarse en él, a lo que fue preguntado: ¿Qué te impide ser como yo ahora?. Alejandro le contestó que tenía que conquistar el mundo. "Yo no he conquistado el mundo y no veo que necesidad hay de hacerlo" fue su respuesta.
Hablando del cínico de Sinope, me viene a la mente el éxito desmesurado que están teniendo varios realityshows basados en la austeridad. Algunos, de hecho, lo llevan al extremo de la precariedad, que creo que ahí está la gracia (¿?). Seguro que recuerdan alguno de esos participantes abandonados en una isla que pasan incontables penurias para culminar el concurso. Vemos a estos personajes pasar vicisitudes y calamidades, entiendo que para entretener a la audiencia (de forma malsana, se me antoja) pero también mostrándonos un factor crítico: sí se puede. Se puede hacer. Podemos vivir con muchas más austeridad de la que creemos.
Mi sugerencia no llega a este extremo, desde luego, pero si revisan las cualidades que comporta un estilo de vida austero, igual se materializa en su mente una duda inquietante: ¿Y si precisamente ser austero es la vía para alcanzar una vida más plena y satisfactoria?
"El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho." "Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago." Cervantes, que sabía algo de la vida, ya dejaba traslucir en muchas de sus sentencias los beneficios de la vida austera. Y es que, psicológicamente, la austeridad nos aporta más de un beneficio:
-Mejora nuestra capacidad atencional al descartar distractores, a esos reclamos constantes que vampirizan nuestra atención y nos desvían de atender a lo necesario.
-Eliminamos el estrés generado al disponer de tantas cosas. Por no tener tiempo para usarlas, por compararnos con los que tienen más que nosotros, por envidiar aquello que aún no tenemos,...
-Ganamos un bien esencial: nuestro tiempo. A menos consumismo, menos tiempo perdido en tomar decisiones cotidianas ni preocupaciones materiales.
-Recobramos
libertad. No sé si denominarla libertad psicológica o emocional, por que me refiero a esa precioso sosiego mental que recobramos. Las cosas nos atan, y en vez de disfrutarlas terminamos por someternos a ellas. Si nos desligamos, si nos alejamos del "tener"
disponemos de más tiempo para el "ser". Para centrarnos en
las relaciones sociales, en nuestros valores, en crecer como
personas.
Aunque de todos, el beneficio esencial que le veo a la austeridad es que nos obliga a ejercer el autocontrol, y de aquí deriva que tengamos más dominio sobre nuestra vida, tener la lucidez suficiente para decidir sobre lo que queremos ser y lo que no
Recuerden al eterno Pepe Mújica, que renegaba de su probreza ("Dicen que soy un presidente pobre, pero no, no. Pobres son los que precisan mucho") y con su proverbial sentido común sentenciaba: "Si no puedes ser feliz con pocas cosas, no vas a ser feliz con muchas cosas".
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