Sin entrar en los miles de
palabras, escritas, habladas, twiteadas, whatsapeadas, facebookadas sobre el programa
de televisión Operación Palace, dedicado a la asonada golpista del 23 de
Febrero de 1981, opino que el falso documental de Jordi Évole, en realidad, no
trataba del golpe militar.
Nos advertía de nuestra
vulnerabilidad, cercana a la indefensión, ante el alud de información que
sepulta nuestras neuronas cotidianamente. Avalancha que se convertiría en un
malestar crónico si la infección tuviera un avance progresivo. Pero dado que el
tsunami de datos, información, noticias,... que nos inunda cada día crece de
forma exponencial, la amenaza es más seria. En el mejor de los casos nos
encaminamos a transformarnos en seres acríticos y sumisos, al estilo de “Un
mundo feliz” (Aldous Huxley), y en el peor de
ellos a convertirnos simplemente en imbéciles.
Imbécil (RAE): 1.
adj. Alelado, escaso de razón.
La
pregunta al día siguiente era obvia: ¿Fueron ustedes de los que se lo creyeron
o de los que desconfiaron desde el principio? Ojo, si tenían cualquier dato o
referencia previa al programa emitido, no cuenta como escéptico.
Yo
fui de los que piqué.
Si
han leído alguno de mis últimos post, descubrirán que el asunto abordado es un
tema que me intriga sobremanera: La interpretación que hacemos cada uno de lo
que ocurre, de lo que llamamos realidad.
El
spot que promocionaba el programa no podía ser más atrayente. En él, varias
personas entrevistadas en plena calle informaban haber visto las imágenes del
intento de golpe fallido el mismo día en que sucedió. Unos comentaron que lo
hicieron sobre la marcha, otros dijeron que aquella misma noche. La sorpresa
viene cuando se cierra el anuncio aseverando que las primeras imágenes del
golpe no fueron retransmitidas por la televisión hasta el día siguiente.
Como
pueden suponer, ante este anzuelo no pude por menos que picar, y además con
todas las ganas del mundo. El domingo noche estaba sentado frente al televisor,
esperando que comenzara. Las primeras imágenes que aparecen son las de José
Luis Garci recogiendo su Oscar: Pero ¿Esto exactamente qué tiene que ver con el
golpe? Cuando más adelante informan de que fue una contraprestación a su
colaboración con el falso golpe de estado, la sorpresa fue mayúscula
El
planteamiento del falso documental: Dado el estado de inquietud creciente e
imprevisible que se vivía en la sociedad española en aquellos momentos, y
temiéndose las cabezas pensantes del país un golpe de estado se les ocurre una
solución: Dar un falso golpe para neutralizar el real (en fin, el que se
presumía que podía darse).
Pero,
pero, pero... ¡¡¡ PERO QUÉ ME ESTÁN CONTANDOOOOOOOOOOOOO!! Fue lo que le
escribí, vía telefónica, a mi hermana mientras seguía el discurso del programa.
Pero
como mi cerebro se encontraba en modo credulidad, a pesar de lo difícilmente
creíble de la información vertida en el programa, en ningún momento se me
ocurre pensar que es falso. Iba dando por sentado que debería ser como me estaban
contando, por improbable que me pareciera lo que me decía. O sea, los datos no
me cuadraban, no podía ser verdad aquella versión tan absurda, pero en vez de
usarlos para poner en duda la veracidad de lo que me decían, traté de
encajarlos en el discurso de manera un tanto forzada. Bastante forzada, en
realidad
Los
datos extraños (por no mencionar los directamente disparatados) se van
acumulando y continúo tratando de engarzarlos en la trama. Pero no me resulta
nada fácil, oiga.
Minoría
catalana propone como director del artificio al catalán Flotats, y Alfonso Guerra
se opuso afirmando que “Andalucía no va a ser menos que Cataluña”, de manera
que propone a Manolo Summers. En mi cabeza resuena Chiquito de la Calzada
gritando ¡¡Comoorrl!!. Se resuelve el dilema nacional buscando un director que
incomode a unos y a otros: José Luís Garci.
¡Ahí
lo llevas!
Pensamiento:
¿Esto no ha habido nadie que lo haya descubierto hasta ahora?, ¡Pero cómo va a
ser así!
Pero el complot se sigue
urdiendo. Y los datos que se van aportando siguen tomando dimensiones
berlanguianas. Y ahora que lo digo, Berlanga hubiera sido sin lugar a duda el
director de cine ideal para este apaño. Eso sí.
Mientras avanzaba el fake iba haciendo cábalas:
-
“¿Suárez, entonces, renunció
por la democracia?”
- “El rey se había
estudiado de arriba abajo la declaración oficial. Por eso le salió tan bien”
- “Y pensar que
durante todos estos años he tenido a Gutiérrez Mellado como el tipo que se
enfrentó de tú a tú a los golpistas. Quijoputa!”,
- “Y si Garci decía
que la grabación de las escenas era fundamental, cómo fue aquello de los golpes
que les dieron a las cámaras del Congreso, que casi las rompen”.
- Como dijo el mismo
Iñaki Gabilondo “Toman el centro de TVE del país, con la de medios
audiovisuales de que disponen, y no hay una sola imagen de esto. Somos
torpecillos, eh!!.
- ¡¡Madre!! ¡¡Y menuda
putada le hicieron a Tejero!! Buscan un voluntario para dar un golpe de estado,
el tipo se presenta de inmediato, y sus propios compañeros de armas no le
informan de que era falso. ¡¡Manada de cabrones!!
- Pero entonces, “No me
fastidies que Tejero ahora resulta ser el mártir de la democracia española”. Un
mártir con 23 millones de pesetas, pero sacrificado al fin y al cabo.
- ¿Dónde coño se
documentó Javier Cercas para escribir “Anatomía de un instante”?
No salgo de una sorpresa para
caer en otra, pero sigo sin decidir: “Coño, esto es mentira”.
Veinticuatro horas antes del
golpe, en el aula magna del colegio de médicos madrileño se realiza un ensayo,
dado que la disposición del aula era parecida a la del hemiciclo. Pero Garci
dice que tiene que bregar denodadamente con los políticos cuando les ordena que
se tiren al suelo a la llegada de Tejero: González afirma que se queda de pie.
Carrillo, que viene del exilio, cree que es inaceptable tirarse al suelo. Informa
Vestringe: “Y Fraga dijo que iba a recitar a Calderón de la Barca
(¡¡Surealissssssmo!!, que decía Dalí) pero le dijeron que calladito”. Se decide
que Gutiérrez Mellado y Suarez sean los únicos que se queden de pie. Pero
entonces, alguien incumple lo pactado: Carrillo permanece sentado en su escaño
y no se tira al suelo tras los tiros. Posteriormente Verstringe dice que este probablemente
fuera el punto de inflexión por el cual es irreconciliable la unión de la izquierda
en este país. (¡¡Pa cagarse y no tener con que limpiarse!!)
Fraga
se poner nervioso y exige salir del hemiciclo. “No paso por esto.
Disparen contra mí. Quiero salid de aquí. Salimos todos” lanza a grito pelado. Informa Vestringe de que el
dirigente de AP “tenía que estar bien comido, y las comidas a sus horas” porque
en caso contrario se ponía de muy mala ostia. ¡Qué bueno, qué bueno!
Los tanques toman Valencia, pero
“solo disponíamos de 6 tanques” así que hicimos que dieran vueltas y pasaran
repetidamente delante de la cámara. ¡Ojo!, esta brillante y original estrategia
táctica afirman los americanos que fue suya. ¿Pero
esta gente sabe lo que están diciendo?
Los guardias civiles abandonan el
congreso por una ventana. Garci comenta que era un tributo a la película “La ventana indiscreta” (Diooooooooos!!). Opina que “Era
elegante una salida por la ventana. Las ventanas siempre han sido mejores que
las puertas. Ya lo decía Willy Wilder”.
Pero
todavía hay un enigma sin respuesta. Que era esa caja blanca que tenía el Rey a
su derecha en la foto del discurso defendiendo la democracia. Que después
aparece en su yate. Que después aparece en África, en la foto de un elefante
abatido, así como tirada, junto a un árbol.
Aquí
fue cuando por fin el sentido común se impuso, y me dije: “No me creo nada”.
Y
justo en ese momento acabó el programa.
¿Saben
porqué me creí lo que me estaba contando el falso documental?
Porque
poseía la baza más importante, la de la credibilidad. Fernando Ónega, Iñaki
Gabilondo, Ansón, Mayor Zaragoza, etc. Pero no menos es la del realizador,
Jordi Évole. Un periodista que empieza a ganar audiencia porque hace, por fin, un
periodismo crítico que escarba en los vertederos del poder, que va ganando
confiabilidad, programa a programa.
De
entrada, tenía ganada toda mi credibilidad.
Y es
que tendemos a hacer caso de la información que nos llega en función de quién,
de la persona que la emite.
Imagínense
que se plantan delante del TV y le anuncian el programa Faemino y Cansado, Les
Luthiers o los mismísimos Monty Python renacidos. De entrada desconfiarían de
la veracidad de lo expuesto y probablemente se aprestarían a interpretarlo en clave
de humor. Aunque el discurso fuera el formal y documental que vimos, el saber quién
lo realiza nos orienta sobre cómo interpretarlo. Ese programa tiene que ser de humor. Y a pesar de que
aparezcan las mencionadas personalidades, en tono igualmente informativo y
serio, ¿se lo creerían?
O
supongan el mismo documental pero ahora protagonizado por gente normal y
corriente que aseveraran, por ejemplo, haber estado en el escenario de los
hechos (un camarero del Congreso, cualquiera de los guardias civiles golpistas,
la señora de la limpieza,…). ¿No les costaría creérlo?
Pero
no. Quienes me lo decían eran personas que me merecen credibilidad. Y este el
quid de la cuestión
El
mismo Évole dice: “Seguramente otras veces les hayan mentido y nadie se lo ha
dicho”. O citando a Christof, Ed Harris en el papel de director del realityshow
en la película “El show de Truman”:
“Aceptamos
la realidad del mundo que nos presentan.”
Por
último, les dejo con un post de Kebedo, que me parece de lo más ingenioso y
fino que he leído al respecto.
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