Entre el extremo del egoísmo y su antítesis,
el altruismo, existe una actitud intermedia. Entre el exceso
desmedido de amor propio y la entrega desinteresada por el bien de
los demás (incluso a costa del interés personal) debería existir
el vocablo que lo definiera. Una palabra que signifique el amor
equilibrado a uno mismo, implicando la satisfacción de nuestras
necesidades o intereses, tratando de no mermar los de los demás.
Sorprendentemente, no existe esa palabra.
Quiero decir, no encuentro el significante concreto que tenga
asignado ese significado.
Sí que encuentro voces compuestas. Hay más de una palabra, como auto-estima, amor propio, auto-respeto, egoísmo sano,... que tienen ese significado, pero lo hacen modificando un vocablo (lexema) anterior. Existen también conceptos muy cercanos, como dignidad o pundonor, pero opino que abarcan un espectro más amplio. Llámenme tiquismiquis... igual estoy exagerando la importancia de ese vocablo esquivo... Y no, no se crean que dispongo de tanto tiempo libre como para dedicarme a estas filigranas mentales. Pero el caso es que, las derivaciones de la omisión cuestionada, no son vanas.
El primer efecto de asignar un nombre a algo es diferenciarlo. Lo distingo del resto del contexto y de elementos afines o similares. Simultáneamente, le conferimos a ese algo una entidad particular, estamos reconociendo su relevancia. Pero es más que eso. Que un concepto o idea posea significante nos permite arrebatárselo a la realidad, a su limitada presencia material, para incluirlo en el vasto universo simbólico. Al disponer de significante, con ese término o concepto podemos desarrollar infinidad de operaciones mentales. Una vez en nuestra consciencia, podemos trabajar con él: Hipotetizar, razonar, reflexionar, combinarlo con otros elementos, hacerle trenzas o cortarlo en daditos. Por último, pero no menos importante, al invocarlo, al comunicarlo, generamos esa idea en otra persona. En su mente, el concepto trasmitido evocará algunas (o muchas) de sus propiedades.
¿Qué debemos deducir del hecho de que esta
actitud personal, constructiva y necesaria, no tenga nombre
específico en español? Supongo que más de las que soy capaz de
concebir. Lo que sí alcanzo a entender es que, como mínimo, en
nuestra cultura, crianza o educación, esta noción no ha sido
considerada lo suficientemente relevante como para merecer tener un
nombre propio (pero relevante, lo es). O bien, que de una manera u
otra, se ha evitado asignárselo. Ambas deducciones me parecen
deplorables; si les soy sincero, no tengo claro cual de las dos me
desagrada más.
Igual debería planterarle el asunto a Luis Piedrahita, que dada su destreza para inventar palabras necesarias,
encontraría el significante apropiado. Hasta tanto, estaba a punto
de concluir que la mejor expresión (equidistante de egoísmo y altruismo) que conozco, por obvia y ramplona que suene, era el
SÍ-MISMO.
Fue entonces cuando apareció. En ese
momento, hallé la palabra que buscaba. Al parecer, sí existe ese
significante adecuado: FILAUTÍA.
Puede que nos suene a instrumento musical o a una musa mitológica perdida. Pero no. Filautía es un término aceptado por la R.A.E., e identifica el amor a sí mismo. Gracias a los griegos disponemos de la voz que significa aprecio a uno mismo, e implica de la misma manera, la reconciliación con lo que uno es y con la propia existencia... aunque no la haya leído ni escuchado nunca antes.
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