Sigo sufriendo constantemente (dice ella): no tengo un momento de
reposo, ni ninguna sensación humana. Rodeada de todo lo que puede
hacer la vida feliz y agradable, todavía me falta la facultad de
disfrutar y de sentir —ambas se han convertido en imposibilidades
físicas—. En todo, incluso en la más tiernas caricias de mis
hijos, encuentro solo amargura. Los colmo de besos, pero hay algo
entre sus labios y los míos, y esa algo horrible está entre yo y
todos los disfrutes de la vida.
Mi existencia es incompleta.Las funciones y actos de la vida
ordinaria, es cierto, todavía siguen existiendo para mí, pero en
todos ellos me falta algo —es decir, el sentimiento que es propio de
ellos y el placer que les sigue—. Cada uno de mis sentidos, cada
parte de mi propio yo es como si estuviera separada de mí y ya no
pudiera proporcionarme ningún sentimiento. Esta imposibilidad parece
depender de un vacío que siento en la parte de delante de la cabeza
y deberse a la disminución de la sensibilidad por toda la superficie
de mi cuerpo, porque me parece que nunca alcanzo realmente los
objetos que toco (...).
Todo esto sería un problema sin importancia, pero su horrible
resultado, que es el de la imposibilidad de cualquier otro tipo de
sentimiento y de cualquier clase de disfrute, aunque experimento una
necesidad y un deseo de ellos, está haciendo de mi vida una
incomprensible tortura.
Todas las funciones, todas las acciones de mi vida siguen existiendo, pero privadas del sentimiento que les pertenece, del disfrute que debería seguirse de ellas. Tengo los pies fríos, me los caliento, pero no obtengo ningún placer con el calor. Reconozco el sabor de todo lo que como, sin sacar ningún placer de ello... Mis hijos están creciendo guapos y sanos, todo el mundo me lo dice, yo lo veo por mí misma, pero el deleite, el descanso interior que debería sentir, no puedo conseguirlo. La música ha perdido todo su encanto para mí: yo solía adorarla. Mi hija toca muy bien, pero para mí no es más que ruido. Ese vivo interés que hace un año convertía en un un concierto delicioso la más pequeña melodía que tocara con sus dedos —esa emoción, esa vibración general que me hacía derramar lágrimas de ternura—, todo eso ya no existe.
Todas las funciones, todas las acciones de mi vida siguen existiendo, pero privadas del sentimiento que les pertenece, del disfrute que debería seguirse de ellas. Tengo los pies fríos, me los caliento, pero no obtengo ningún placer con el calor. Reconozco el sabor de todo lo que como, sin sacar ningún placer de ello... Mis hijos están creciendo guapos y sanos, todo el mundo me lo dice, yo lo veo por mí misma, pero el deleite, el descanso interior que debería sentir, no puedo conseguirlo. La música ha perdido todo su encanto para mí: yo solía adorarla. Mi hija toca muy bien, pero para mí no es más que ruido. Ese vivo interés que hace un año convertía en un un concierto delicioso la más pequeña melodía que tocara con sus dedos —esa emoción, esa vibración general que me hacía derramar lágrimas de ternura—, todo eso ya no existe.
Artículo:"¿Qué es una emoción?"
William James (1884)
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