En muchos de nosotros, las
primeras pérdidas vividas (y memorables) de nuestras vidas tienen lugar cuando
somos adolescentes y tenemos nuestras primeras citas.
Nuestro primera amor,
independientemente de lo superficial o destinado al fracaso que pueda parecer
desde la distancia que da el tiempo, tiene en aquellos momentos un intenso
significado para nosotros, llegando a menudo a parecer el centro del universo.
Por lo tanto no es sorprendente que los adolescentes
experimenten intenso sentimientos de ira, culpabilidad o traición en sus rupturas
sentimentales, en ocasiones hasta el punto de llegar a deprimirse notablemente.
Los sentimientos de soledad que
acompañan este tipo de pérdidas son aún más difíciles de soportar cuando los
padres y otros adultos minimizan o minusvaloran su importancia intentando
consolar con comentarios como “hay más peces en el río” o “el tiempo lo cura
todo”.
Lo que el adolescente necesita,
en lugar de este tipo de comentarios, es que le traten como alguien que ha sufrido
una pérdida.
Robert A. Neimeyer - "Aprender de la pérdida"
Un niño puede vivir cualquier cosa siempre y cuando se
le diga la verdad y se le permita compartir con sus seres queridos los sentiemientos naturales que todos tenemos cuando sufrimos.
Laurence L. LeShan
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