sábado, 15 de abril de 2017

25#. Flexibilidad Mental, el lubricante de la felicidad y la resiliencia





Si nuestra pareja, madre ocompañero de trabajo (por poner un ejemplo), de manera repentina, nos deja de hablar un día ¿cómo interpretaríamos la situación?

Puedo pensar, de las causas posibles, en la más probable. Quizá la que creo más habitual, quizá la que me parece más razonable, quizá la primera que se me viene a la cabeza: “Aquella discusión que tuvimos, que todavía renquea...”, “Es que tiene ese carácter”,  “Seguro que se le ha metido en la cabeza aquel tema de...”, etc. Y tomarla como cierta: RIGIDEZ.

O bien puedo ser consciente de que ninguna de esas posibles explicaciones es definitiva. Valorar la probabilidad de que sea alguna de las razones mencionadas, pero también pensar que puede deberse a otra causa que yo desconozca. Puedo conjeturar que si ha dejado de hablarme es por una causa importante para ella (y respetable, por tanto), lo entienda yo o no. Es más, igual la razón provenga de circunstancias externas a nuestra relación: puede haber tenido problemas en el trabajo, un malentendido con una amiga o un rifirrafe con la familia. Lidiar con la incertidumbre no será agradable, pero hasta que no tenga la oportunidad de aclarármelo, solo podré trabajar con suposiciones: FLEXIBILIDAD.

La flexibilidad cognitiva es la capacidad para encontrar nuevas soluciones a nuestras circunstancias o encontrar respuestas adecuadas a nuevas situaciones. Cambiar nuestra perspectiva para adaptarnos mejor a nuestra situación.




Una de las tareas en las que más afana nuestro cerebro es en hallar la estabilidad y reducir la incertidumbre de nuestra vida. 
Dada una situación concreta, las personas no respondemos de manera automática a la misma (aunque eso sea lo que nos parezca). Antes procesamos dicha situación. Es decir, la evaluamos y dotamos de un significado. 
Hay que tener en cuenta que este significado proviene de los supuestos previos, de los patrones mentales de la persona. Estas creencias dirigen nuestra vida, puesto que actúan como filtros a la hora de percibir y entender la vida. Actúan como modelos que reproducimos para interpretar nuestra realidad. Cuando nuestra mente halla una estrategia de resolución acertada para un determinado problema, tendemos a repetirla (incluso a generalizarla a otras situaciones). La lógica de base es aplastante: ha funcionado, ¿por qué no va a funcionar otra vez? 
Pero reiterar acciones exitosas en el pasado debe estar supeditado a constatar que realmente sigan siéndolo en el presente. Una solución correcta ante un problema no tiene porqué serlo siempre. Si este es el caso, hay que cambiar, innovar, evolucionar. Esta es la virtud de la flexibilidad cognitiva.



Es cómodo y tentador asentarse en unas creencias o patrones que nos expliquen la vida, que no hayamos de molestarnos en verificar, y que permanezcan inmutables a lo largo de nuestra existencia. De hecho, adoptamos creencias, prejuicios o estereotipos a la hora de interpretar la vida porque nos son prácticos: Simplifican la realidad. Pero esto no significa que sean infalibles. Son incompletos, puesto que no consideran los detalles y peculiaridades específicas de cada circunstancia. De manera que, vivir anclado en esquemas mentales rígidos, suele  ser imprudente. Corremos el riesgo de que lleguen a ser inoperantes, o peor, contraproducentes.
El caso extremo de rigidez mental encuentra un punto culminante en los denominados Trastornos de Personalidad. Definidos de manera sintética, podemos decir que se trata de patrones de pensamiento y conducta inflexibles. Son “formas de ser” que se mantienen estables en el tiempo, y que terminan por ser disfuncionales para el individuo, generando un malestar significativo o serios problemas en su vida (social, laboral, familiar, etc.). Pero, a pesar de tales efectos adversos, a pesar de ser obvias las contraindicaciones de tal manera de desenvolverse, la persona no los modifica.
La importancia de disponer de flexibilidad cognitiva es que nos permite adaptarnos rápidamente a los cambios o novedades del medio. Facilita tener en cuenta otras perspectivas de la situación (otras creencias, valores, o formas de pensar). Nos ayuda, así, a poder elegir entre varias posibilidades de solución, entre varios modelos (además del nuestro) de conclusión. Nos ayuga a tolerar mejor la frustración de los imprevistos (errores, cambios de planes,...), e incrementa nuestra capacidad para ponernos en el lugar de otras personas (empatía) y entenderlos.




El quid de la cuestión está en tratar de validar otros puntos de vista, aparte del nuestro, para ampliar nuestra capacidad de comprensión. Al hacer esto multiplicamos las alternativas disponibles, y por tanto, las posibilidades de respuesta.

La flexibilidad mental se nos presenta como una habilidad de la que no podemos prescindir si queremos tener una vida satisfactoria. 

Es la palabra clave de la felicidad. 

Solo siendo flexibles con nosotros mismos, con la vida y con los demás podremos vivir con plenitud. Pero igualmente relevante es para ser capaces de reponernos de los golpes de la vida (resiliencia).
 


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